sábado, 26 de mayo de 2012

Nuevo relato corto

Este relato lo escribí hará un mes, así que ya tocaba publicarlo. Aprovecho para recordar, que si no publico en el blog tantos relatos como debería, es debido a que me encuentro escribiendo un thriller psicologico, y me ocupa la mayor parte del tiempo que tengo para escribir.

Volviendo al relato de hoy, esta vez trata sobre un caballero que trata de ser reconocido por su rey.


El caballero que también buscaba gloria


Era fuerte, valiente, astuto; tenía todo cuanto pudiera desear, pero sin embargo, siempre había sido el segundo al mando. Su hermano mayor, Edenorh, era el capitán del ejercito de Arphillyan, el más grande y poderoso reino de todo el Mundo de Énoble. Cierto era que sentía una gran admiración por su hermano, el valiente capitán, el escudero del rey, aquel que lideraba el ejercito en la guerra; pero, Amernorh también quería su momento de gloria, el reconocimiento de su rey, y si ese momento no llegaba, tendría que partir él mismo en su búsqueda.

Quería seguir sus pasos, quería ser como él, pero últimamente, apenas había visto a su hermano, pues parecía que Edenorh, había estado con frecuencia reuniéndose en secreto con el rey. Amernorh no podía evitar sentirse ignorado, él era el segundo al mando, ¿acaso no tenía derecho a formar parte de aquellas reuniones?

  • Hermano, me he dado cuenta de que últimamente te reúnes mucho con nuestro rey, y me preguntaba si tal vez yo podría serles de alguna ayuda. - le sugirió una tarde.
  • Los temas que trate con nuestro rey son asunto nuestro. - dándole la espalda a su hermano menor, Edenorh se dirigió a una de las torres de vigilancia del castillo, donde allí pasaba la mayor parte de su tiempo.

Y así pasaron los días, su hermano no le dio ninguna explicación, él tampoco volvió a preguntarle sobre el asunto. Pero esto no podía seguir así, sabía que la única manera que tenía de ganarse la confianza del rey era llevando a cabo una hazaña digna de alabanza, y así lo hizo.

La mañana en la que tenía pensado partir, se levantó tan temprano que el castillo aun se encontraba en la más absoluta tranquilidad, oculto entre aquella densa niebla que había aparecido tras la noche. Se vistió con una cota de malla, una chaqueta de cuero marrón por encima de ella, se ató al cuello una larga capa de viaje verde con capucha, se armó con su lanza y su escudo sobre su espalda y ya estaba listo para partir. Montando en su caballo, Amernorh abandonó el castillo, en busca de la hazaña que le reconocería ante su rey.

Cabalgó dejando atrás el castillo, abandonando la ciudad de Arphillyan sin ser reconocido por nadie. Atravesó campos, se adentró en bosques mientras que el frió viento de la mañana le golpeaba con violencia en su rostro. Sabía que no cualquier hazaña le reconocería ante su rey, así que debería llevar acabo la más importante de todas: la caza de magos.

Desde tiempos inmemorables, el Reino de Arphillyan había seguido con la más antigua de sus tradiciones, pues la familia real nunca había tolerado el uso de la magia, tenían la creencia de que la magia era un poder oscuro que procedía del diablo, por lo tanto, todo acto mágico o toda pequeña sospecha de aprendizaje de este arte, era considerado una herejía en el Reino de Arphillyan, y su responsable era llevado a la hoguera hasta la muerte. Y así, tras el paso de los años, los reyes de este reino habían respetado y llevado a cabo las leyes de sus antepasados generación tras generación.

Amernorh buscaba un mago, el cual pudiera llevar ante su rey como símbolo de lealtad, pues durante todos estos años, había sido su hermano mayor Edenorh el que había conducido a los soldados del reino en esta tarea. No sabía por donde empezar, pero tenía bien claro que si quería encontrar magos, tenía que abandonar el Reino de Arphillyan, muy raro sería encontrar alguno por allí, y si lo había, estaría bien escondido.

Atravesó campos, bosques y prados, hasta que finalmente alcanzó las montañas de las fronteras del reino. Aminoró la marcha al no saber con que peligro podía encontrarse en las montañas, pues se hablaba que ladrones y bandidos que se ocultaban en las fronteras del reino a la espera de viajeros despreocupados. El silbido del frío viento que se había alzado aquella mañana, era el único sonido que sus oídos alcanzaban a escuchar, acompañado del ligero movimiento de las ramas de los árboles. Galopaba por el camino de piedras y matojos, hasta que divisó la silueta de alguien caminando por el mismo sendero a escasos metros por delante de él.

  • Las montañas de las fronteras del reino no son lugar seguro, y menos aun para andar solo. - Amernorh galopó velozmente hasta detenerse delante de aquella persona cortándole el paso.

Se trataba de un anciano, que parecía agotado por la manera en la que se sujetaba a su bastón, vestía pobremente, con harapos y una vieja y negra capa de viaje. Lucía una corta y enredada barba grisácea, y si no fuera por su picudo sombrero, podría apreciarse su calvicie.

  • Tampoco es que vos ande muy acompañado, caballero. - le respondió el anciano.

Al encontrarse frente a él, no tardó en percatarse de los dos elementos que revelaban su identidad: el bastón y el sombrero puntiagudo, si, aquel anciano era un mago. Amernorh no supo que hacer, tenía frente a él a su objetivo, pero no encontraba la manera de reaccionar.

  • ¿Te has perdido joven caballero? - le preguntó el anciano al ver que Amernorh no respondía.
  • Solo estoy de paso. - dijo finalmente. - ¿necesita ayuda para salir de las montañas?
  • No me vendría mal un poco de compañía... - respondió el anciano.

Por cortesía, Amernorh se bajó del caballo llevándolo de la cuerda, y continuó a pie junto al anciano mago. Se encontraba caminando junto a su objetivo a través de las montañas, y ni si quiera había intentado capturarlo, ¿esperaría el momento adecuado? Amernorh pensaba que tal vez el anciano aun no se había percatado de que él, era un soldado del reino.

  • ¿Es usted de por aquí? - Amernorh intentaba sacarle información de alguna manera.
  • No exactamente... - parecía como si al anciano le costara hablar, como si tuviera que hacer pausas para tomar aire. - como la gran mayoría de nosotros, vagamos de un lugar a otro, aprendiendo y conociendo mundo.

Con este respuesta, Amernorh tuvo la sensación de que el anciano estaba afirmando de alguna manera que se trataba de un mago, como si quisiera que su acompañante se percatara de ello.

Continuaron caminando por las rocosas montañas, Amernorh pensaba que una vez estuvieran fuera de las fronteras del reino, ya no podría capturar al hechicero, así que debía pensar algo rápido.

Pero pronto ocurriría algo que les frenaría el paso, a no mucha distancia, empezó a escucharse el casco de unos caballos, y antes de que Amernorh pudiera hacer algo, como salidos de la nada, un grupo de bandidos acababa de rodearles.

  • Hay que ser muy valientes para adentrarse en estas montañas. - de entre los bandidos a caballo que les rodeaba, se abrió paso el que parecía ser el líder, con el cabello enredado y grasiento, con amarillentos dientes en aquel rostro de un tomo marrón. Vestía con harapos y pieles de animales muertos.

Todos los bandidos tenían un aspecto lamentable y muy dejado, eran sucios y malolientes. La mayoría de ellos vestían con harapos y ropas hechas con cuero y pieles. Iban armados hasta los dientes con espadas, cuchillos, arcos y mazas.

El mago sujetaba su bastón con fuerza, como si tuviera intención de amenazar a los bandidos.

  • Vaya vaya... pero mira que tenemos aquí. - el líder de la banda se bajó del caballo para acercarse mejor al mago. - creo que el rey de Arphillyan nos daría una buena recompensa por ti.

Los bandidos se reían a carcajadas, de tal manera que intentaban aparentar dar a entender que ya lo estaban dando todo por ganado.

  • Y yo dudo que el rey de Arphillyan os dejara si quiera entrar en su reino. - los bandidos no podían creerse que tales palabras hubieran salido de aquel anciano.
  • Haré que te tragues esas palabras, viejo. - pero antes de que el líder de la banda pudiera desenvainar su espada, Amernorh ya había sacado su lanza, clavánndola en el hombro izquierdo del enemigo.

El grito de dolor del líder de la banda retumbó en el acantilado, todos los demás bandidos se abalanzaron sobre ellos, Amernorh intentaba defender al mago con su lanza y escudo, pero para sorpresa de todos, el mago no solo sabía hablar, golpeando el suelo con su bastón de madera, hizo que salieran de él unas siluetas de viento en forma de dragon, que se abalanzaron contra los bandidos haciéndoles retroceder y escapar. Los que eran alcanzados por los dragones de viento, eran lanzados varios metros hacía atrás.

  • ¡Retirada! ¡Retirada! - el líder de los bandidos escapaba como podía mientras presionaba la herida del hombro con su mano.

Marcharon tan deprisa como habían aparecido, dejando un rastro de polvo tras ellos. Amernorh no podía creerse lo que acababa de ver, era la primera vez que presenciaba magia con sus propios ojos.

  • ¿Se encuentra bien?... - el joven caballero se acercó al anciano mago, el cual se encontraba sujetándose a su bastón con una rodilla en el suelo.
  • Creo... que este último hechizo ha sido demasiado para mi, he agotado mis últimas fuerzas en él... - con estas palabras, el mago calló rendido al suelo, Amernorh fue corriendo a socorrerle.
  • ¿Pero porque lo ha hecho? ¿Porque ha lanzado ese hechizo sabiendo que pondría en peligro su vida? - el caballero sostenía al mago en sus brazos.
  • Hubiera muerto de todas maneras... y decidí que salvarte sería mi ultima buena acción como mago... - el anciano hechicero se atragantaba mientras hacía su último esfuerzo por hablar. - Me envenenaron, una malvada bruja me envenenó, y sé que en estas montañas crecen unas hiervas que me hubieran servido para hacer un antídoto...
  • No hable más, le sacaré de aquí. - le cortó Amernorh.
  • Dime... ¿en que momento tenías pensado llevarme ante tu rey?

La pregunta del mago dejó al joven caballero sin respuesta, lo sabía, el anciano sabía que Amernorh tenía intención de llevarle ante su rey para luego ser incinerado.

  • Yo... no... - Amernorh no encontraba las palabras.
  • Te pareces mucho a él... ayer, otro joven caballero pasó por estas montañas, ingenuo de mi, le pedí ayuda en la búsqueda de las hiervas que necesitaba. Pude ver en sus ojos el odio que sentía hacia mi, el rechazo y desprecio por el hecho de ser un mago, por haber elegido el camino de la magia y la sabiduría... el caballero rechazó ayudarme, me encontró en tal mal estado que ni si quiera quiso matarme, ni si quiera quiso llevarme ante su rey, así que decidió dejarme morir en estas montañas, y la verdad, hubiera preferido que hubiera acabado con mi vida en ese mismo momento... - el mago tosió en ese momento, escupiendo gotas de sangre. - él... me contó que hoy aparecería otro caballero en estas montañas, y me dijo que si para hoy seguía con vida, que te entregara este mensaje...
  • ¿Un mensaje? - Amernorh no acababa de comprender lo que el mago estaba contándole, ¿era posible que fuera él? ¿era posible que su hermano hubiera abandonado el castillo también? Que le llevara un día de ventaja, le hacía pensar que había partido durante la noche, ya que él partió al amanecer.
  • “Vuelve al castillo, ahora en mi ausencia, tu serás el nuevo capitán al mando del ejercito del rey” Esas fueron sus palabras antes de partir... - y también fueron las últimas palabras del mago, después de haberle entregado el mensaje, inclinó su cabeza hacia un lado y dejó de respirar. Amernorh le cerró los ojos.

A pesar de ser un mago y sabiendo el odio que les tenían en su reino, el joven caballero decidió enterrarle a un lado del camino. Se encontraba confuso, durante todos estos años que había vivido en el Reino de Arphillyan, había crecido con la idea de que los magos eran malvados y debían ser ejecutados, pero, acababa de conocer a uno de ellos que a pesar de encontrarse en sus últimos días de vida, le entregó el mensaje que le había dejado el anterior caballero, cumpliendo la voluntad de aquel hombre y además, salvándole la vida a él mismo.

Amernorh volvió a Arphillyan, y como era de esperar, su hermano mayor había partido. Pensó, que tal vez la partida de su hermano tuviera relación con las reuniones que había estado teniendo con el rey, y que se había marchado para cumplir alguna misión.

Con la ausencia de su hermano, Amernorh tomó temporalmente el control de las tropas del reino. Jamás habló con nadie sobre lo sucedido con aquel mago en las fronteras del reino, tuvo que actuar como si nunca nada hubiera ocurrido, pero desde entonces, se hacía cada día las dos mismas preguntas: ¿de verdad eran tan malvados y oscuros los magos como siempre le habían planteado? ¿había estado actuando el Reino de Arphillyan de la manera correcta durante todos estos años?

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