sábado, 26 de mayo de 2012

Nuevo relato corto

Este relato lo escribí hará un mes, así que ya tocaba publicarlo. Aprovecho para recordar, que si no publico en el blog tantos relatos como debería, es debido a que me encuentro escribiendo un thriller psicologico, y me ocupa la mayor parte del tiempo que tengo para escribir.

Volviendo al relato de hoy, esta vez trata sobre un caballero que trata de ser reconocido por su rey.


El caballero que también buscaba gloria


Era fuerte, valiente, astuto; tenía todo cuanto pudiera desear, pero sin embargo, siempre había sido el segundo al mando. Su hermano mayor, Edenorh, era el capitán del ejercito de Arphillyan, el más grande y poderoso reino de todo el Mundo de Énoble. Cierto era que sentía una gran admiración por su hermano, el valiente capitán, el escudero del rey, aquel que lideraba el ejercito en la guerra; pero, Amernorh también quería su momento de gloria, el reconocimiento de su rey, y si ese momento no llegaba, tendría que partir él mismo en su búsqueda.

Quería seguir sus pasos, quería ser como él, pero últimamente, apenas había visto a su hermano, pues parecía que Edenorh, había estado con frecuencia reuniéndose en secreto con el rey. Amernorh no podía evitar sentirse ignorado, él era el segundo al mando, ¿acaso no tenía derecho a formar parte de aquellas reuniones?

  • Hermano, me he dado cuenta de que últimamente te reúnes mucho con nuestro rey, y me preguntaba si tal vez yo podría serles de alguna ayuda. - le sugirió una tarde.
  • Los temas que trate con nuestro rey son asunto nuestro. - dándole la espalda a su hermano menor, Edenorh se dirigió a una de las torres de vigilancia del castillo, donde allí pasaba la mayor parte de su tiempo.

Y así pasaron los días, su hermano no le dio ninguna explicación, él tampoco volvió a preguntarle sobre el asunto. Pero esto no podía seguir así, sabía que la única manera que tenía de ganarse la confianza del rey era llevando a cabo una hazaña digna de alabanza, y así lo hizo.

La mañana en la que tenía pensado partir, se levantó tan temprano que el castillo aun se encontraba en la más absoluta tranquilidad, oculto entre aquella densa niebla que había aparecido tras la noche. Se vistió con una cota de malla, una chaqueta de cuero marrón por encima de ella, se ató al cuello una larga capa de viaje verde con capucha, se armó con su lanza y su escudo sobre su espalda y ya estaba listo para partir. Montando en su caballo, Amernorh abandonó el castillo, en busca de la hazaña que le reconocería ante su rey.

Cabalgó dejando atrás el castillo, abandonando la ciudad de Arphillyan sin ser reconocido por nadie. Atravesó campos, se adentró en bosques mientras que el frió viento de la mañana le golpeaba con violencia en su rostro. Sabía que no cualquier hazaña le reconocería ante su rey, así que debería llevar acabo la más importante de todas: la caza de magos.

Desde tiempos inmemorables, el Reino de Arphillyan había seguido con la más antigua de sus tradiciones, pues la familia real nunca había tolerado el uso de la magia, tenían la creencia de que la magia era un poder oscuro que procedía del diablo, por lo tanto, todo acto mágico o toda pequeña sospecha de aprendizaje de este arte, era considerado una herejía en el Reino de Arphillyan, y su responsable era llevado a la hoguera hasta la muerte. Y así, tras el paso de los años, los reyes de este reino habían respetado y llevado a cabo las leyes de sus antepasados generación tras generación.

Amernorh buscaba un mago, el cual pudiera llevar ante su rey como símbolo de lealtad, pues durante todos estos años, había sido su hermano mayor Edenorh el que había conducido a los soldados del reino en esta tarea. No sabía por donde empezar, pero tenía bien claro que si quería encontrar magos, tenía que abandonar el Reino de Arphillyan, muy raro sería encontrar alguno por allí, y si lo había, estaría bien escondido.

Atravesó campos, bosques y prados, hasta que finalmente alcanzó las montañas de las fronteras del reino. Aminoró la marcha al no saber con que peligro podía encontrarse en las montañas, pues se hablaba que ladrones y bandidos que se ocultaban en las fronteras del reino a la espera de viajeros despreocupados. El silbido del frío viento que se había alzado aquella mañana, era el único sonido que sus oídos alcanzaban a escuchar, acompañado del ligero movimiento de las ramas de los árboles. Galopaba por el camino de piedras y matojos, hasta que divisó la silueta de alguien caminando por el mismo sendero a escasos metros por delante de él.

  • Las montañas de las fronteras del reino no son lugar seguro, y menos aun para andar solo. - Amernorh galopó velozmente hasta detenerse delante de aquella persona cortándole el paso.

Se trataba de un anciano, que parecía agotado por la manera en la que se sujetaba a su bastón, vestía pobremente, con harapos y una vieja y negra capa de viaje. Lucía una corta y enredada barba grisácea, y si no fuera por su picudo sombrero, podría apreciarse su calvicie.

  • Tampoco es que vos ande muy acompañado, caballero. - le respondió el anciano.

Al encontrarse frente a él, no tardó en percatarse de los dos elementos que revelaban su identidad: el bastón y el sombrero puntiagudo, si, aquel anciano era un mago. Amernorh no supo que hacer, tenía frente a él a su objetivo, pero no encontraba la manera de reaccionar.

  • ¿Te has perdido joven caballero? - le preguntó el anciano al ver que Amernorh no respondía.
  • Solo estoy de paso. - dijo finalmente. - ¿necesita ayuda para salir de las montañas?
  • No me vendría mal un poco de compañía... - respondió el anciano.

Por cortesía, Amernorh se bajó del caballo llevándolo de la cuerda, y continuó a pie junto al anciano mago. Se encontraba caminando junto a su objetivo a través de las montañas, y ni si quiera había intentado capturarlo, ¿esperaría el momento adecuado? Amernorh pensaba que tal vez el anciano aun no se había percatado de que él, era un soldado del reino.

  • ¿Es usted de por aquí? - Amernorh intentaba sacarle información de alguna manera.
  • No exactamente... - parecía como si al anciano le costara hablar, como si tuviera que hacer pausas para tomar aire. - como la gran mayoría de nosotros, vagamos de un lugar a otro, aprendiendo y conociendo mundo.

Con este respuesta, Amernorh tuvo la sensación de que el anciano estaba afirmando de alguna manera que se trataba de un mago, como si quisiera que su acompañante se percatara de ello.

Continuaron caminando por las rocosas montañas, Amernorh pensaba que una vez estuvieran fuera de las fronteras del reino, ya no podría capturar al hechicero, así que debía pensar algo rápido.

Pero pronto ocurriría algo que les frenaría el paso, a no mucha distancia, empezó a escucharse el casco de unos caballos, y antes de que Amernorh pudiera hacer algo, como salidos de la nada, un grupo de bandidos acababa de rodearles.

  • Hay que ser muy valientes para adentrarse en estas montañas. - de entre los bandidos a caballo que les rodeaba, se abrió paso el que parecía ser el líder, con el cabello enredado y grasiento, con amarillentos dientes en aquel rostro de un tomo marrón. Vestía con harapos y pieles de animales muertos.

Todos los bandidos tenían un aspecto lamentable y muy dejado, eran sucios y malolientes. La mayoría de ellos vestían con harapos y ropas hechas con cuero y pieles. Iban armados hasta los dientes con espadas, cuchillos, arcos y mazas.

El mago sujetaba su bastón con fuerza, como si tuviera intención de amenazar a los bandidos.

  • Vaya vaya... pero mira que tenemos aquí. - el líder de la banda se bajó del caballo para acercarse mejor al mago. - creo que el rey de Arphillyan nos daría una buena recompensa por ti.

Los bandidos se reían a carcajadas, de tal manera que intentaban aparentar dar a entender que ya lo estaban dando todo por ganado.

  • Y yo dudo que el rey de Arphillyan os dejara si quiera entrar en su reino. - los bandidos no podían creerse que tales palabras hubieran salido de aquel anciano.
  • Haré que te tragues esas palabras, viejo. - pero antes de que el líder de la banda pudiera desenvainar su espada, Amernorh ya había sacado su lanza, clavánndola en el hombro izquierdo del enemigo.

El grito de dolor del líder de la banda retumbó en el acantilado, todos los demás bandidos se abalanzaron sobre ellos, Amernorh intentaba defender al mago con su lanza y escudo, pero para sorpresa de todos, el mago no solo sabía hablar, golpeando el suelo con su bastón de madera, hizo que salieran de él unas siluetas de viento en forma de dragon, que se abalanzaron contra los bandidos haciéndoles retroceder y escapar. Los que eran alcanzados por los dragones de viento, eran lanzados varios metros hacía atrás.

  • ¡Retirada! ¡Retirada! - el líder de los bandidos escapaba como podía mientras presionaba la herida del hombro con su mano.

Marcharon tan deprisa como habían aparecido, dejando un rastro de polvo tras ellos. Amernorh no podía creerse lo que acababa de ver, era la primera vez que presenciaba magia con sus propios ojos.

  • ¿Se encuentra bien?... - el joven caballero se acercó al anciano mago, el cual se encontraba sujetándose a su bastón con una rodilla en el suelo.
  • Creo... que este último hechizo ha sido demasiado para mi, he agotado mis últimas fuerzas en él... - con estas palabras, el mago calló rendido al suelo, Amernorh fue corriendo a socorrerle.
  • ¿Pero porque lo ha hecho? ¿Porque ha lanzado ese hechizo sabiendo que pondría en peligro su vida? - el caballero sostenía al mago en sus brazos.
  • Hubiera muerto de todas maneras... y decidí que salvarte sería mi ultima buena acción como mago... - el anciano hechicero se atragantaba mientras hacía su último esfuerzo por hablar. - Me envenenaron, una malvada bruja me envenenó, y sé que en estas montañas crecen unas hiervas que me hubieran servido para hacer un antídoto...
  • No hable más, le sacaré de aquí. - le cortó Amernorh.
  • Dime... ¿en que momento tenías pensado llevarme ante tu rey?

La pregunta del mago dejó al joven caballero sin respuesta, lo sabía, el anciano sabía que Amernorh tenía intención de llevarle ante su rey para luego ser incinerado.

  • Yo... no... - Amernorh no encontraba las palabras.
  • Te pareces mucho a él... ayer, otro joven caballero pasó por estas montañas, ingenuo de mi, le pedí ayuda en la búsqueda de las hiervas que necesitaba. Pude ver en sus ojos el odio que sentía hacia mi, el rechazo y desprecio por el hecho de ser un mago, por haber elegido el camino de la magia y la sabiduría... el caballero rechazó ayudarme, me encontró en tal mal estado que ni si quiera quiso matarme, ni si quiera quiso llevarme ante su rey, así que decidió dejarme morir en estas montañas, y la verdad, hubiera preferido que hubiera acabado con mi vida en ese mismo momento... - el mago tosió en ese momento, escupiendo gotas de sangre. - él... me contó que hoy aparecería otro caballero en estas montañas, y me dijo que si para hoy seguía con vida, que te entregara este mensaje...
  • ¿Un mensaje? - Amernorh no acababa de comprender lo que el mago estaba contándole, ¿era posible que fuera él? ¿era posible que su hermano hubiera abandonado el castillo también? Que le llevara un día de ventaja, le hacía pensar que había partido durante la noche, ya que él partió al amanecer.
  • “Vuelve al castillo, ahora en mi ausencia, tu serás el nuevo capitán al mando del ejercito del rey” Esas fueron sus palabras antes de partir... - y también fueron las últimas palabras del mago, después de haberle entregado el mensaje, inclinó su cabeza hacia un lado y dejó de respirar. Amernorh le cerró los ojos.

A pesar de ser un mago y sabiendo el odio que les tenían en su reino, el joven caballero decidió enterrarle a un lado del camino. Se encontraba confuso, durante todos estos años que había vivido en el Reino de Arphillyan, había crecido con la idea de que los magos eran malvados y debían ser ejecutados, pero, acababa de conocer a uno de ellos que a pesar de encontrarse en sus últimos días de vida, le entregó el mensaje que le había dejado el anterior caballero, cumpliendo la voluntad de aquel hombre y además, salvándole la vida a él mismo.

Amernorh volvió a Arphillyan, y como era de esperar, su hermano mayor había partido. Pensó, que tal vez la partida de su hermano tuviera relación con las reuniones que había estado teniendo con el rey, y que se había marchado para cumplir alguna misión.

Con la ausencia de su hermano, Amernorh tomó temporalmente el control de las tropas del reino. Jamás habló con nadie sobre lo sucedido con aquel mago en las fronteras del reino, tuvo que actuar como si nunca nada hubiera ocurrido, pero desde entonces, se hacía cada día las dos mismas preguntas: ¿de verdad eran tan malvados y oscuros los magos como siempre le habían planteado? ¿había estado actuando el Reino de Arphillyan de la manera correcta durante todos estos años?

sábado, 19 de mayo de 2012

Nuevas inspiraciones

Buenas a todos.

Siento si tal vez no publico los relatos con la frecuencia que debería, últimamente he estado algo ocupado, y además, quiero dedicarme también a escribir alguna historia larga, sobretodo un thriller, es por eso que no publico relatos cortos con tanta frecuencia.

Así que espero que disculpen las molestias y gracias por leer >w<

jueves, 10 de mayo de 2012

En busca de dragones


En busca de dragones es el segundo relato corto de fantasía épica centrado en el Mundo de Énoble que he escrito, esta vez, el protagonista es un enano. Espero que os guste ^^

En busca de dragones


Aquel poblado, estaba repleto de vida todas las mañanas, su gente en las calles, las tiendas abiertas, el mercado también, y después de una dura jornada de trabajo, campesinos y comerciantes se reunían en la taberna del pueblo para beberse una cerveza y descansar. Comentaban entre ellos anécdotas del día a día, la buena cosecha que habían tenido o bien las ventas que habían hecho.

Todos reían mientras bebían, todos excepto uno. Se encontraba al final de la barra, sentado en un alto taburete, bebiendo una jarra de cerveza bien fría mientras observaba a los demás hombres. Pese a que los de su raza no solían tener problemas con los hombres y no habían conflictos entre ellos, ya había visitado muchos pueblos en busca de ayuda y nadie se había ofrecido para ayudarle; pues Balgorn era un enano, y se había aventurado el solo en una peligrosa aventura, de la cual nadie quería saber nada o directamente lo trataban como a un lunático.

Tenia un rizado cabello pelirrojo, al igual que su enredada y rizada barba. Su rostro era serio, arrugado y gruñón, al igual que el de la mayoría de los enanos. Su nariz era grande, redonda y sonrojada. Equipado con una pesada y gruesa armadura cubierta por encima por un chaleco de cuero marrón rojizo, en su cabeza portaba un resistente casco, y en su cuello llevaba atada una gruesa capa de un verde oliva.

Bebiendo el último trago de su cerveza, se levantó del taburete, se colgó de nuevo a la espalda su gran hacha junto a su escudo rojo y redondo, y se dirigió a los hombres que reían al otro lado de la barra de la taberna.

  • Buenos días tengan ustedes caballeros. - les saludó.

Los hombres dejaron las risas de inmediato, se giraron hacia el enano y se le quedaron mirando, esperando escuchar lo que les quería decir.

  • Lamento interrumpirles, seré breve. Estoy aventurado en una peligrosa misión, y quisiera saber si alguno de ustedes sería tan valiente de acompañarme, evidentemente, aquellos que vengan conmigo serán bien recompensados. - les explicó el enano.

Los hombres se miraban entre ellos en silencio, hasta que solo uno se atrevió a preguntar.

  • ¿De que se trata? - preguntó un hombre alto y delgado.
  • Procedo de un pequeño pueblo habitado por enanos llamado Rocavilla, en el Monte Pinado. - empezó a explicar el enano. - hace un mes, fuimos atacados por un batallón de orcos, seguido de un grupo de feroces dragones. Muchos de los nuestros murieron defendiendo el pueblo, pero por suerte, orcos y dragones se dieron a la retirada sin motivo aparente.

Los hombres le miraban con cara de no estar entendiendo nada.

  • Si, se lo que estáis pensando, ¿orcos y dragones combatiendo juntos? Los orcos son criaturas despiadadas en las que no se pueden confiar, y el razonamiento de un dragón no llega a tal punto de ceder a colaborar con otras especies. Se encontraban juntos por alguna razón, buscaban algo, y no por ellos mismos; alguien había convocado ambas especies para buscar algo en mi poblado, algo que no encontraron, y por ello marcharon.

Ninguno de los presentes se atrevió a decir nada, imaginaban cual era la misión que el enano tenía para ellos, y obviamente, era una idea descabellada.

  • Estoy intentando seguir la pista de aquellos orcos y dragones, quiero saber que es lo que buscan, porque la persona que esté detrás de todo esto, pagará por ello. - y con ello, Balgorn finalizó su relato.

Una ola de carcajadas rompió el silencio de los hombres que le escucharon.

  • ¿Ir en busca de orcos y dragones? ¡Estás loco! ¡Nadie se embarcaría en una aventura así! - reía uno de los hombres.
  • ¡Ni por todo el oro de los enanos te acompañaría! - exclamó otro.

Balgorn no intentó convencerles, pues esa era la respuesta que siempre le habían dado. Sin ni si quiera agachar la cabeza avergonzado, el orgulloso enano abandonó la taberna, escuchando aun de fondo las carcajadas de aquellos hombres.

Caminaba por las calles del pueblo de Rum, pensando en que hizo bien en no contarles toda la historia a los hombres de la taberna, pues había algo más: de entre los dragones que atacaron su pueblo, había uno que destacaba entre los demás, debido a su piel y escamas blancas. Normalmente, los dragones eran rojos o anaranjados, pero nunca se había visto ninguno blanco, por lo tanto, si lo hubiera contado también, definitivamente aquellos hombres lo hubiera etiquetado de lunático.

Durante su viaje, el enano había visitado varias bibliotecas buscando información sobre la posible existencia de dragones blancos, en ningún libro pudo encontrar respuesta alguna.

Pero él estaba convencido de que el ataque a Rocavilla no ocurrió por casualidad. Aquellos orcos estaban bien armados y equipados, no eran simples y primitivos trasgos salvajes, alguien les había formado y equipado para la batalla. En cuanto a los dragones, nunca había escuchado que un dragón cediera a colaborar con otras especies, pues eran criaturas inteligentes, feroces y suficientemente fuertes para no necesitar colaboración ninguna. Definitivamente, alguien andaba detrás de todo esto, y Balgorn, quería llegar al final de todo este asunto, antes de que fuera demasiado tarde.

Compró un libro que hablaba sobre dragones, algunas provisiones, y partió de Rum. Tomó el camino que atravesaba los campos hacia las montañas, sin tener un rumbo fijo en realidad, pues ya pasaba más de un mes de aquel ataque a Rocavilla, y resultaba muy complicado seguirles el rastro.

Cansado de caminar por el monte, se sentó en unas viejas y abandonadas ruinas que encontró. Comió un poco de pan que había comprado en el mercado de Rum, sacó el libro sobre dragones que había comprado también y empezó a leer. No encontró nada acerca de dragones blancos, pero si encontró información acerca de que algunos poseían cualidades mágicas, así que pensó que tal vez el color de aquel dragón tuviera relación con ello.

Desde el muro derrumbado donde estaba sentado, divisó el camino trazado entre los árboles, como si esperara que alguien pasara por allí, pero sabía que nadie se adentraría en aquellas montañas, estaba solo, solo en aquella peligrosa misión.

Después de un pequeño descanso y de haber leído algo más de información acerca de los dragones, Balgorn volvió a ponerse en marcha, abandonó las ruinas y continuó caminando por la senda entre los árboles. Pronto anochecería, y debía buscar un lugar seguro para pasar la noche.

Todo estaba demasiado en calma, los altos pinos limitaban el paso a los rayos de Sol de la tarde, la suave pero fría brisa anunciaba la llegada de la noche, y un escalofrió recorría el cuerpo del enano, algo andaba mal. Apresuró la marcha hasta llegar a tal punto que sus oídos empezaron a escuchar lo que parecía ser un débil gruñido, se ocultó tras un robusto árbol y contempló lo que se encontraba allí.

Entre los árboles caídos, yacía el cuerpo mal herido de un dragón rojo, que parecía estar haciendo todo lo posible por ponerse en pie. Su cuerpo estaba repleto de cicatrices, una de sus alas parecía estar rota y un par de flechas estaban clavadas bajo ella.

Balgor no sabía que hacer, ¿era uno de los dragones que había atacado su pueblo? De todas maneras, parecía estar demasiado herido para poder defenderse, así que armándose con su gran hacha entre sus manos, el enano salió de su escondite plantándose frente al dragón.

  • ¿Eres tu uno de los dragones que atacó Rocavilla?

El dragón hizo un pequeño esfuerzo por mover la cabeza hacia el enano y abrir el único ojo que le quedaba sano.

  • Si es venganza lo que buscas, tienes la respuesta delante tuya. - le respondió el dragón.

Balgorn no entendía las palabras de la bestia, pero observándole más detenidamente, pudo hacerse una idea de lo que quería decirle.

  • Los propios dragones te hicieron esto... - murmuró Balgorn.
  • Dragones y orcos, quise hacerles entrar en razón, estos asaltos que estábamos cometiendo no llevaban a ninguna parte... - el esfuerzo del dragón por levantarse fue en vano.
  • No te muevas, no entiendo mucho sobre hiervas medicinales pero puedo intentar buscar alguna en estas montañas. - dijo Balgorn para intentar detenerle.
  • Valiente enano, no te tomes la molestia, mis días ya están llegando a su fin.

Hubo un pequeño momento de tensión, Balgorn sabía que eran sus últimos momentos de vida, pero ya había llegado demasiado lejos como para perder aquella oportunidad.

  • ¿Por qué atacasteis mi pueblo?
  • Muy inteligente... intentas salvame la vida para luego sacarme información...
  • Te equivocas si es así como piensas de mi, mis intenciones eran buenas, desde que te vi, pretendía salvarte la vida, porque sabía que no eres más que una marioneta, se muy bien que no atacasteis mi pueblo por voluntad propia.

Hubo un nuevo momento de tensión, de confusión, de silencio. El dragón parecía estar comprendiendo que aquel enano no tenía malas intenciones, pero su desconfianza hacia los de otra especie o raza y el orgullo por creerse superiores a ellos, le hacía desconfiar.

  • Los dragones y los enanos estamos lejos de comprendernos, ambos vivimos en montañas y cuevas, somos orgullosos y amamos los tesoros sobre todo... hemos estado enfrentados desde tiempos inmemorables... - empezó a decir el dragón.
  • ¿Y no crees que con tanto en común deberíamos llevarnos bien? - le cortó en seco Balgorn.

Aquel enano no dejaba de sorprenderle, y a medida que avanzaba la conversación, estaba más convencido de que la idea de haber intentado convencer al resto de dragones y orcos para detener los ataques, había sido la decisión correcta.

  • Nos mandaron buscar una poderosa arma, atacamos Rocavilla pensando que los enanos podrían estar ocultándola, eso es todo cuanto puedo decirte... ahora, solo me queda darte las gracias, gracias por hacerme ver que no todos los enanos sois tan codiciosos como parecéis.

Y ese fue su último aliento, el dragón cerró el único ojo por el cual aun podía ver, y se quedó totalmente inmóvil. Balgorn pensó que con el tiempo, la vegetación y las plantas del monte acabarían cubriendo el cuerpo del dragón, y que tal y como contaban las leyendas y cuentos, su cuerpo acabaría convirtiéndose en una majestuosa estatua.

Pasó la noche en una cueva cercana, pero con más esperanzas que nunca, sabiendo que al día siguiente no amanecería sin rumbo. Por primera vez, tenía una pista sólida, ahora sabía con certeza que aquel batallón de orcos y dragones había sido mandado por alguien en busca de una arma, pero, ¿porque pensaron que podría encontrarse en poder de los enanos? Muchas preguntas le atormentaban, y aun no había conseguido averiguar nada acerca del dragón blanco, pero el viaje de Balgorn, no había hecho más que comenzar...

miércoles, 2 de mayo de 2012

Primer relato corto

Como ya dije en la anterior entrada, aqui esta el primer relato corto (de los muchos que escribiré) sobre el Mundo de Énoble. Serán historias cortas donde en cada una aparecerán diferentes personajes y situaciones, todo siempre centrado en este mágico mundo.

Esta primera historia se titula El camino del mago, y trata sobre las enseñanzas de un anciano mago a su joven alumno, espero que os guste ^^ y gracias por leer~~
 

El camino del mago

Era una cálida y apacible tarde de otoño, los rayos de sol se asomaban a través de las ramas de los árboles, el viento soplaba sin fuerzas, todo acompañaba a este ambiente de tranquilidad. Aún no sabía porque su maestro le había llevado hasta aquel bosque, tal vez quería mostrarle algo, o quizá solo quería continuar con su adiestramiento, muy pronto, saldría de dudas.

Allí solo se encontraban ellos dos, maestro y pupilo, las hojas secas caídas crujían bajo sus pies, mientras caminaban por la senda del tranquilo bosque.

  • Maestro, ¿que hemos venido a hacer aquí? - era joven, pero muy inteligente y curioso; a sus diez años de edad, ya había aprendido varios conjuros muy útiles. De pelo corto y negro como la noche, cubriéndole parte de sus ojos verdes como esmeraldas, su túnica de mago era de un tono morado apagado, al igual que su sombrero picudo. En su mano derecha portaba su bastón, bien pulido y siendo un palmo más alto que él.
  • Paciencia jovencito, los magos tenemos que aprender a ser pacientes. - su anciano maestro, aparentaba ser una persona sabia y respetada. Era alto, tenía el cabello largo y grisáceo, lucía una larga barba de la misma tonalidad. En su arrugado rostro, tenía unos pequeños y azulados ojos. Su túnica y sombrero, eran de color gris oscuro, y ayudado por su robusto bastón, caminaba junto a su pupilo.

Caminaban a través del sendero del bosque, deteniéndose con frecuencia para examinar y recoger hiervas, plantas y hongos, que podrían serles de utilidad para realizar pociones. Después de una larga caminata, el anciano mago se sentó en el tronco de un árbol tumbado junto al borde del camino.

  • Hacía mucho tiempo que no venía por este bosque. - el anciano mago se quitó el sombrero para secarse el sudor de su frente con la manga de la túnica.
  • Maestro Gryndford, ¿cuando va a decirme lo que buscamos? - le preguntó el joven mago.

El anciano apoyó sus nudosas manos sobre sus rodillas, recuperando el aliento después de la larga caminata.

  • Hoy aprenderás una importante lección. - empezó a explicarle su maestro. - dime Noin, ¿que hemos estado haciendo desde que hemos entrado en este bosque?
  • Pues, hemos estado recolectando hiervas, plantas y hongos para hacer pociones. - contestó el joven mago.
  • Muy bien, como ya sabes, en los bosques podemos encontrar muchos ingredientes para hacer pociones, pero sin embargo, no todos crecen en el suelo y en los árboles.
  • ¿Que quiere decir maestro? - preguntó el aprendiz de mago.
  • Algunas pociones más complicadas, se realizan con ingredientes procedentes de animales y otras criaturas, como pelos, colmillos, cuernos o incluso la propia sangre. - Gryndford suspiró. - Hoy, estamos en este bosque en busca de colmillos de troll, un ingrediente muy útil para realizar pociones.

Noin nunca había visto un troll, solo había escuchado acerca de ellos en cuentos de hadas para niños y en algún que otro relato que su maestro Gryndford le había contado. Sabía que eran seres gigantescos y monstruosos, de unos tres metros de altura, dotados de una gran fuerza y dura piel, pero poco inteligentes, incluso no estaba seguro de si tendrían la capacidad de hablar.

  • ¿Y encontraremos trolls en este bosque? - preguntó Noin muy intrigado.
  • Oh si, desde luego que si, hay trolls viviendo por aquí. Debemos ser cautos Noin, se enfurecen con facilidad, y no querrás que acabemos siendo su cena, ¿verdad?

Ambos magos se pusieron de nuevo en camino, continuaron por la senda del bosque, hasta que salieron de ella para adentrarse entre los árboles y la maleza. Noin seguía a su maestro, si él ya había estado allí con anterioridad, sabría donde se ocultaban los trolls.

  • No andan muy lejos... - murmuró Gryndford.

Llegaron a una pequeña zona donde los árboles parecían haber sido arrancados, la vegetación que brotaba estaba algo seca y marchitada, y en el medio, yacía un ciervo muerto.

  • ¿Han sido los trolls? - Noin tartamudeó al contemplar al pobre ciervo sin vida.
  • Si, hay pisadas enormes por todas partes. Los trolls atacan a los animales para conseguir su propia comida. - explicó el anciano mago.

Tan absorto se había quedado Noin observando el cuerpo sin vida del ciervo, que no se había percatado del olor pestilente que envolvía el lugar.

  • Si, los trolls desprenden un olor muy desagradable, es fácil seguirles el rastro, por aquí. - Gryndford señaló hacia delante con su bastón y ambos magos continuaron la búsqueda.

A medida que iban avanzando por el bosque, el olor iba incrementándose, Noin tuvo que taparse la nariz en varias ocasiones con la manga de su túnica. Gryndford se dirigió a su alumno, haciéndole una seña para que caminara en silencio. Lentamente, se acercaron a unos matorrales, ocultándose tras ellos para ver lo que estaba ocurriendo.

Allí entre los árboles, se encontraba un troll devorando otro ciervo muerto. Mediría casi tres metros de altura, su piel era marrón grisácea, dura como una roca. Varios pelos enredados brotaban de su cabeza, al igual que de otras partes de su cuerpo como brazos, pecho y espalda. A pesar de tener una ligera apariencia humana, sus ojos eran pequeños y negros como la noche, su nariz enorme y sonrojada, y sus amarillentos dientes se asomaban en su gran boca.

  • ¿Y ahora que hacemos? - susurró Noin sin apartar la mirada del troll.
  • Debemos enfrentarnos a él, solo así podremos arrebatarle uno de sus colmillos.
  • ¿Pero como vamos a hacerlo? Mide casi tres metros, y debe tener una fuerza sobrehumana.
  • ¿Olvidas que somos magos? - bajo la nariz de Gryndford se dibujó una pequeña sonrisa. - los trolls tienen una piel muy dura, es difícil herirles con armas como espadas, pero su resistente piel no les defiende tan bien contra los hechizos, adelante, tu harás el primer movimiento.

Obedeciendo a su maestro, Noin salió de la maleza y se puso ante el troll. Sentía algo de temor por la bestia que tenía delante, pero sabía que su maestro se encontraba oculto tras él, y que no dudaría en ayudarle si fuera necesario.

Al ver al pequeño mago aparecer ante él, el troll lo miró extrañado y soltó los restos del ciervo muerto que estaba devorando.

  • ¡No te muevas! - Noin apuntó al troll con su bastón, la bestia le mirara aun más extrañado. Le temblaba el pulso, podía apreciarse como su mano hacía tambalear su bastón.

Entonces, el troll lanzó un rugido provocando que los pájaros alzaran el vuelo, Noin retrocedió un par de pasos, y la bestia se acercaba a él lentamente.

  • ¡Impacto! - le lanzó el primer hechizo que le vino a la mente, consistía en una especie de impacto mágico, como una especie de empujón invisible que hacía retroceder al enemigo.

Pero su hechizo Impacto no era tan poderoso como podía serlo el de su maestro, solo provocó que el troll diera un paso hacia atrás y que su nariz y boca sangraran un poco. El maloliente troll miró de nuevo a Noin, pero ahora su rostro no era de confusión, si no de ira.

Después de un segundo rugido, el troll se abalanzó sobre el joven mago con rapidez, que con suerte pudo esquivar el gran manotazo de la bestia. El enorme troll atacaba usando sus enormes manos, Noin esquivaba los golpes como podía, rodando por el suelo y pasando a través de sus piernas, hasta que un manotazo le golpeó haciéndole caer, en el preciso momento en el que Gryndford salió en su ayuda.

  • ¡Chispas del Fénix! - del extremo de su bastón, surgió un fénix de fuego que empezó a revolotear sus alas al rededor del troll, haciendo que chispas de fuego salieran de ellas.

El troll gemía de dolor mientras retrocedía, oportunidad que aprovechó Noin para levantarse. Gryndford alzó su bastón de nuevo, dirigiendo con él al fénix de fuego que impactó contra el troll.

  • Es tu oportunidad Noin, tu debes acabar con él y coger uno de sus colmillos. - Gryndford hizo desaparecer al fénix de fuego.

Noin no sabía muy bien que hacer, el troll yacía en el suelo medio inconsciente. Sujetó su bastón con fuerza, pensando si debía pronunciar su próximo hechizo.

Poco a poco, el troll iba recuperando la consciencia, haciendo lo posible para volver a levantarse. Noin continuaba apuntándole con su bastón mirándole a los ojos.

  • Lo siento Gryndford, no puedo hacerlo. - Noin bajó su bastón. - creo que jamás llegaré a ser un gran mago si no soy capaz de algo como esto.

Gryndford no le respondió de inmediato, se acercó a Noin y le puso la mano en el hombro.

  • Al contrario, Noin, has pasado la prueba. - Gryndford le sonrió.
  • ¿Que he pasado la prueba? ¿Que quiere decir?
  • Has tomado la decisión correcta, ser un mago no significa llegar a tal extremo que tengas que arrebatarle la vida a otras criaturas para conseguir poder, es el error más grave que un mago puede llegar a cometer. - el anciano hechicero adoptó una posición más seria. - Muchos de ellos se obsesionan con la idea de conseguir más poder, y cegados con ello, buscan nuevas maneras de conseguirlo, y para ello llegan a aprender poderosos hechizos prohibidos y acaban con la vida de criaturas como trolls, duendes y dragones, solo para conseguir ingredientes para sus peligrosas pociones.

Ahora Noin lo comprendía todo, no estaban en aquel bosque para conseguir colmillos de troll, su maestro quería que aprendiera que para ser un gran mago y conocer todos los secretos de la magia, no era necesario llegar a acabar con la vida de otras criaturas, ni llegar a obsesionarse con el aprendizaje de conjuros prohibidos.

  • Seguir el camino de la sabiduría, sin necesidad de utilizar tus conocimientos para hacer el mal, ese es el camino del mago. - y con ello, Gryndford dio la lección por finalizada.

Ya solo quedaba solucionar el asunto del troll, Gryndford se acercó a él y usó sus poderes mágicos para curar sus heridas, intentó pedirle perdón por haberle atacado de manera que pudiera entenderlo, y finalmente, no supieron si fue por que el troll lo comprendió o porque tenía miedo de los poderes de Gryndford, pero se marchó, perdiéndose en la espesura del bosque.

  • ¿Cuál será la próxima lección maestro? - le preguntó Noin muy emocionado.
  • Eres muy joven para querer aprender tan deprisa Noin, ¿la próxima lección? Pues aun no estoy del todo seguro, déjame pensar...