jueves, 10 de mayo de 2012

En busca de dragones


En busca de dragones es el segundo relato corto de fantasía épica centrado en el Mundo de Énoble que he escrito, esta vez, el protagonista es un enano. Espero que os guste ^^

En busca de dragones


Aquel poblado, estaba repleto de vida todas las mañanas, su gente en las calles, las tiendas abiertas, el mercado también, y después de una dura jornada de trabajo, campesinos y comerciantes se reunían en la taberna del pueblo para beberse una cerveza y descansar. Comentaban entre ellos anécdotas del día a día, la buena cosecha que habían tenido o bien las ventas que habían hecho.

Todos reían mientras bebían, todos excepto uno. Se encontraba al final de la barra, sentado en un alto taburete, bebiendo una jarra de cerveza bien fría mientras observaba a los demás hombres. Pese a que los de su raza no solían tener problemas con los hombres y no habían conflictos entre ellos, ya había visitado muchos pueblos en busca de ayuda y nadie se había ofrecido para ayudarle; pues Balgorn era un enano, y se había aventurado el solo en una peligrosa aventura, de la cual nadie quería saber nada o directamente lo trataban como a un lunático.

Tenia un rizado cabello pelirrojo, al igual que su enredada y rizada barba. Su rostro era serio, arrugado y gruñón, al igual que el de la mayoría de los enanos. Su nariz era grande, redonda y sonrojada. Equipado con una pesada y gruesa armadura cubierta por encima por un chaleco de cuero marrón rojizo, en su cabeza portaba un resistente casco, y en su cuello llevaba atada una gruesa capa de un verde oliva.

Bebiendo el último trago de su cerveza, se levantó del taburete, se colgó de nuevo a la espalda su gran hacha junto a su escudo rojo y redondo, y se dirigió a los hombres que reían al otro lado de la barra de la taberna.

  • Buenos días tengan ustedes caballeros. - les saludó.

Los hombres dejaron las risas de inmediato, se giraron hacia el enano y se le quedaron mirando, esperando escuchar lo que les quería decir.

  • Lamento interrumpirles, seré breve. Estoy aventurado en una peligrosa misión, y quisiera saber si alguno de ustedes sería tan valiente de acompañarme, evidentemente, aquellos que vengan conmigo serán bien recompensados. - les explicó el enano.

Los hombres se miraban entre ellos en silencio, hasta que solo uno se atrevió a preguntar.

  • ¿De que se trata? - preguntó un hombre alto y delgado.
  • Procedo de un pequeño pueblo habitado por enanos llamado Rocavilla, en el Monte Pinado. - empezó a explicar el enano. - hace un mes, fuimos atacados por un batallón de orcos, seguido de un grupo de feroces dragones. Muchos de los nuestros murieron defendiendo el pueblo, pero por suerte, orcos y dragones se dieron a la retirada sin motivo aparente.

Los hombres le miraban con cara de no estar entendiendo nada.

  • Si, se lo que estáis pensando, ¿orcos y dragones combatiendo juntos? Los orcos son criaturas despiadadas en las que no se pueden confiar, y el razonamiento de un dragón no llega a tal punto de ceder a colaborar con otras especies. Se encontraban juntos por alguna razón, buscaban algo, y no por ellos mismos; alguien había convocado ambas especies para buscar algo en mi poblado, algo que no encontraron, y por ello marcharon.

Ninguno de los presentes se atrevió a decir nada, imaginaban cual era la misión que el enano tenía para ellos, y obviamente, era una idea descabellada.

  • Estoy intentando seguir la pista de aquellos orcos y dragones, quiero saber que es lo que buscan, porque la persona que esté detrás de todo esto, pagará por ello. - y con ello, Balgorn finalizó su relato.

Una ola de carcajadas rompió el silencio de los hombres que le escucharon.

  • ¿Ir en busca de orcos y dragones? ¡Estás loco! ¡Nadie se embarcaría en una aventura así! - reía uno de los hombres.
  • ¡Ni por todo el oro de los enanos te acompañaría! - exclamó otro.

Balgorn no intentó convencerles, pues esa era la respuesta que siempre le habían dado. Sin ni si quiera agachar la cabeza avergonzado, el orgulloso enano abandonó la taberna, escuchando aun de fondo las carcajadas de aquellos hombres.

Caminaba por las calles del pueblo de Rum, pensando en que hizo bien en no contarles toda la historia a los hombres de la taberna, pues había algo más: de entre los dragones que atacaron su pueblo, había uno que destacaba entre los demás, debido a su piel y escamas blancas. Normalmente, los dragones eran rojos o anaranjados, pero nunca se había visto ninguno blanco, por lo tanto, si lo hubiera contado también, definitivamente aquellos hombres lo hubiera etiquetado de lunático.

Durante su viaje, el enano había visitado varias bibliotecas buscando información sobre la posible existencia de dragones blancos, en ningún libro pudo encontrar respuesta alguna.

Pero él estaba convencido de que el ataque a Rocavilla no ocurrió por casualidad. Aquellos orcos estaban bien armados y equipados, no eran simples y primitivos trasgos salvajes, alguien les había formado y equipado para la batalla. En cuanto a los dragones, nunca había escuchado que un dragón cediera a colaborar con otras especies, pues eran criaturas inteligentes, feroces y suficientemente fuertes para no necesitar colaboración ninguna. Definitivamente, alguien andaba detrás de todo esto, y Balgorn, quería llegar al final de todo este asunto, antes de que fuera demasiado tarde.

Compró un libro que hablaba sobre dragones, algunas provisiones, y partió de Rum. Tomó el camino que atravesaba los campos hacia las montañas, sin tener un rumbo fijo en realidad, pues ya pasaba más de un mes de aquel ataque a Rocavilla, y resultaba muy complicado seguirles el rastro.

Cansado de caminar por el monte, se sentó en unas viejas y abandonadas ruinas que encontró. Comió un poco de pan que había comprado en el mercado de Rum, sacó el libro sobre dragones que había comprado también y empezó a leer. No encontró nada acerca de dragones blancos, pero si encontró información acerca de que algunos poseían cualidades mágicas, así que pensó que tal vez el color de aquel dragón tuviera relación con ello.

Desde el muro derrumbado donde estaba sentado, divisó el camino trazado entre los árboles, como si esperara que alguien pasara por allí, pero sabía que nadie se adentraría en aquellas montañas, estaba solo, solo en aquella peligrosa misión.

Después de un pequeño descanso y de haber leído algo más de información acerca de los dragones, Balgorn volvió a ponerse en marcha, abandonó las ruinas y continuó caminando por la senda entre los árboles. Pronto anochecería, y debía buscar un lugar seguro para pasar la noche.

Todo estaba demasiado en calma, los altos pinos limitaban el paso a los rayos de Sol de la tarde, la suave pero fría brisa anunciaba la llegada de la noche, y un escalofrió recorría el cuerpo del enano, algo andaba mal. Apresuró la marcha hasta llegar a tal punto que sus oídos empezaron a escuchar lo que parecía ser un débil gruñido, se ocultó tras un robusto árbol y contempló lo que se encontraba allí.

Entre los árboles caídos, yacía el cuerpo mal herido de un dragón rojo, que parecía estar haciendo todo lo posible por ponerse en pie. Su cuerpo estaba repleto de cicatrices, una de sus alas parecía estar rota y un par de flechas estaban clavadas bajo ella.

Balgor no sabía que hacer, ¿era uno de los dragones que había atacado su pueblo? De todas maneras, parecía estar demasiado herido para poder defenderse, así que armándose con su gran hacha entre sus manos, el enano salió de su escondite plantándose frente al dragón.

  • ¿Eres tu uno de los dragones que atacó Rocavilla?

El dragón hizo un pequeño esfuerzo por mover la cabeza hacia el enano y abrir el único ojo que le quedaba sano.

  • Si es venganza lo que buscas, tienes la respuesta delante tuya. - le respondió el dragón.

Balgorn no entendía las palabras de la bestia, pero observándole más detenidamente, pudo hacerse una idea de lo que quería decirle.

  • Los propios dragones te hicieron esto... - murmuró Balgorn.
  • Dragones y orcos, quise hacerles entrar en razón, estos asaltos que estábamos cometiendo no llevaban a ninguna parte... - el esfuerzo del dragón por levantarse fue en vano.
  • No te muevas, no entiendo mucho sobre hiervas medicinales pero puedo intentar buscar alguna en estas montañas. - dijo Balgorn para intentar detenerle.
  • Valiente enano, no te tomes la molestia, mis días ya están llegando a su fin.

Hubo un pequeño momento de tensión, Balgorn sabía que eran sus últimos momentos de vida, pero ya había llegado demasiado lejos como para perder aquella oportunidad.

  • ¿Por qué atacasteis mi pueblo?
  • Muy inteligente... intentas salvame la vida para luego sacarme información...
  • Te equivocas si es así como piensas de mi, mis intenciones eran buenas, desde que te vi, pretendía salvarte la vida, porque sabía que no eres más que una marioneta, se muy bien que no atacasteis mi pueblo por voluntad propia.

Hubo un nuevo momento de tensión, de confusión, de silencio. El dragón parecía estar comprendiendo que aquel enano no tenía malas intenciones, pero su desconfianza hacia los de otra especie o raza y el orgullo por creerse superiores a ellos, le hacía desconfiar.

  • Los dragones y los enanos estamos lejos de comprendernos, ambos vivimos en montañas y cuevas, somos orgullosos y amamos los tesoros sobre todo... hemos estado enfrentados desde tiempos inmemorables... - empezó a decir el dragón.
  • ¿Y no crees que con tanto en común deberíamos llevarnos bien? - le cortó en seco Balgorn.

Aquel enano no dejaba de sorprenderle, y a medida que avanzaba la conversación, estaba más convencido de que la idea de haber intentado convencer al resto de dragones y orcos para detener los ataques, había sido la decisión correcta.

  • Nos mandaron buscar una poderosa arma, atacamos Rocavilla pensando que los enanos podrían estar ocultándola, eso es todo cuanto puedo decirte... ahora, solo me queda darte las gracias, gracias por hacerme ver que no todos los enanos sois tan codiciosos como parecéis.

Y ese fue su último aliento, el dragón cerró el único ojo por el cual aun podía ver, y se quedó totalmente inmóvil. Balgorn pensó que con el tiempo, la vegetación y las plantas del monte acabarían cubriendo el cuerpo del dragón, y que tal y como contaban las leyendas y cuentos, su cuerpo acabaría convirtiéndose en una majestuosa estatua.

Pasó la noche en una cueva cercana, pero con más esperanzas que nunca, sabiendo que al día siguiente no amanecería sin rumbo. Por primera vez, tenía una pista sólida, ahora sabía con certeza que aquel batallón de orcos y dragones había sido mandado por alguien en busca de una arma, pero, ¿porque pensaron que podría encontrarse en poder de los enanos? Muchas preguntas le atormentaban, y aun no había conseguido averiguar nada acerca del dragón blanco, pero el viaje de Balgorn, no había hecho más que comenzar...

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