Harry
Potter
Buscando
el corazón de la serpiente
Capítulo
1
Una
de las cuatro mesas saltó con estruendosos aplausos, aquel niño
bajó del taburete dirigiendose a dicha mesa bajo la atenta mirada de
todos, en especial, de alguien que le observaba con mayor atención,
mientras intentaba disimular su preocupación bajo sus débiles
aplausos.
- ¿No es ese el muchacho que visitaste en el orfanato? - sin dejar de aplaudir, el director le susurró la pregunta al profesor que tenía sentado a su izquierda.
- Así es, director Dippet. - el profesor Dumbledore asintió con la cabeza, volviendo nuevamente a fijar su atenta mirada en aquel niño que ya tomaba asiento con los que serían sus nuevos compañeros.
Pero
parecía diferente a los demás, lo normal hubiera sido estar
contento y emocionado, dirigirte a conocer a los que iban a ser tus
compañeros con una gran sonrisa, pero sin embargo, tomó asiento sin
decir palabra a nadie.
La
ceremomia de selección de casas había finalizado, al igual que la
cena, y después del tradicional discurso de bienvenida del director,
Armando Dippet, todos los alumnos siguieron a sus prefectos camino de
los dormitorios, pues al día siguiente comenzaba un nuevo curso en
Hogwarts, escuela de magia y hechicería.
Pero,
no tardarían mucho tiempo los profesores en darse cuenta del alumno
tan talentoso que había asistido a la escuela este año, y pronto se
ganó la admiración de todos, al igual que también la de los
alumnos, en especial los de su casa, Slytherin.
Sin
embargo, él se lo tomaba con calma, y no parecía tenerselo creido
en absoluto, era educado, galante, pero a su vez solitario y
reservado, se limitaba en ir a clase y aprender, y rara vez se le
veía hablando con alguién.
Se
había ganado una gran admiración entre el profesorado, exceptuando
a uno de ellos, el profesor de Transformaciones Albus Dumbledore, el
cual le echaba un ojo siempre que tenía la oportunidad, pues su
primer encuentro con aquel niño cuando fue a conocerle al orfanato
muggle en el cual se había criado, no había sido del todo
agradable, y la información que el propio niño le reveló sobre él
mismo, le había dejado preocupado.
Una
tarde, después de la clase de Encantamientos, el muchacho se dirigía
a la sala común de su casa. Caminaba a solas como de costumbre,
cuando se encontró con algo en el pasillo que interrumpió su paso.
- ¡No entiendo como tu apestosa casa puede aceptar a gusanos como tú!
- ¡Sois la escoria de la sociedad mágica!
Se
quedó contemplando la escena, dos chicos de su misma casa, pero de
tercer curso, tenían acorralado a alguien contra la pared y parecían
estar atormentándole.
- Buenas tardes, ¿que hacéis?
Al
escuchar su voz, los dos muchachos de Slytherin se giraron asustados,
pero al ver que se trataba de alguien de su misma casa, volvieron a
relajarse.
- Menudo susto nos has dado, creíamos que eras un profesor. - dijo uno de ellos.
- Sí, pero mira que bien nos has venido, los de primer curso deberían aprender desde su primer año en Hogwarts como tratamos aquí a los "sangre sucia" – el segundo de ellos señaló a la persona que tenían acorralada contra la pared, la cual cubría su rostro con sus manos y las anchas mangas de su capa.
- Marchaos. - dijo el niño de primer curso.
- ¿Cómo dices? - ambos alumnos se quedaron desconcertados.
- Qué os marchéis, eso he dicho.
- ¿Qué nos marchemos? ¡Es un sangre sucia! ¡Gente así merece un castigo!
Entonces
el chico de primer curso sacó su varita con decisión, apuntando con
ella a los dos muchachos mayores que él.
- ¡¿Pero que crees que estás haciendo?! ¡Qué somos de tu misma casa! - exclamó uno de ellos dando un paso hacia atrás.
- Oye espera... ¿no es este el alumno nuevo del que todos hablan? El niño prodigio o algo así le llamaban... - dijo el otro chico algo preocupado.
Ambos
le miraron nuevamente, y mientras la expresión del rosto del
muchacho no había cambiado lo más minimo en ningún momento, los
dos alumnos de tercer curso empezaron a sentir temor al ver que
hablaba muy en serio y que no parecía tener intención de echarse
atrás.
- Esto no quedará así. - se retiraron a regañadientes, y el niño prodigio ya se había ganado sus enemistades.
Guardó
su varita y se quedó mirando a la persona de la cual habían estado
abusando.
- Ya se han ido. - dijo.
Aún
podía escucharse el débil llanto de sus últimas lágrimas, su
respiración iba recuperando su ritmo habitual, y poco a poco fue
retirando las manos de su rostro.
- Gra... gracias... - un hilo de voz salió de su garganta.
Tenía
el rostro humedecido de tanto llorar, se pasó su ancha manga por la
cara para secarsela, y entonces pudo verle más claramente, su piel
era blanca y bonita, sus ojos tenían una tonalidad azul muy clara, y
su largo cabello castaño estaba enmarañado después de su encuentro
con los dos alumnos de Slytherin.
- No es la primera vez que esos chicos mayores se meten conmigo. - parecía que se encontraba ya un poco más calmada, se tratata de una alumna de Gryffindor de primer curso. Su ropa le venía grande, las mangas de su capa eran anchísimas, y tenía más de un descosido en ella. - me llamo Rinowell Taylor, tú eres ese chico de quien todos hablan, ¿verdad? ¿cómo te llamabas?...
- Deberías ir con más cuidado, hasta la próxima. - y dando media vuelta, el chico de Slytherin se despidió.
- ¡Oye espera! ¿Es que ya te vas? - le intentó detener Rinowell. - acabo de recordar tu nombre, te llamas Tom, Tom Riddle.
Tom
no se detuvo, ignoraba los comentarios de aquella niña y continuaba
caminando por el pasillo hacia su sala común, situada en las
mazmorras.
Pero
aquí no acabaría todo, Tom ni si quiera pensó más en ello,
simplemente se había limitado a espantar a aquellos alumnos de
tercer curso sin importar que fueran de su misma casa, como si
hubiera querido demostrar de lo que es capaz, ni si quiera volvió a
pensar más en aquella alumna de Gryffindor, pero sin embargo,
Rinowell si lo hizo.
En
algunas asignaturas, los alumnos de Gryffindor y Slytherin comparían
el mismo aula, por lo tanto, Rinowell podía ver nuevamente a Tom en
las clases de Pociones. Era extraño, a pesar de ser un niño
prodigio y de no dejar de destacar en clase, nunca se había fijado
en él, ni si quiera se acordaba de su nombre en el momento en el que
le ayudó, pero desde aquel día, la situación había cambiado.
Él
era brillante y con talento, y ella tenía una pésima habilidad para
preparar pociones, sumado a las distracciones que ahora tenía al
pasarse parte de la clase mirándole, ni si quiera acertaba a la hora
de preparar los ingredientes.
Se
había convertido en una rutina, cada mañana bajaba bien temprano al
Gran Comedor para intentar llegar antes que él, y siempre que tenía
la oportunidad, Rinowell aprovechaba para esperarle al finalizar
alguna de sus clases, pero nunca le decía nada, tenía suficiente
con verle desde la distancia, siempre tan misterioso... tan
solitario... aunque fuera sólo por unos instantes le gustaba verle,
y tenía la esperanza de que algún día, fuera Tom el que la viera y
se acercara a ella.
Y
así fue todos los días, no estaba segura de porqué lo hacía, pero
había brotado en su interior una sensación y unas ganas tremendas
de querer acercarse a él, acababa de descubrir un nuevo sentimiento
totalmente desconocido para ella, del cual no estaba aún segura de
su significado.
Pero,
muchos rumores habían empezado a correr sobre Tom, era cierto que
era una eminencia, que además era educado y cortés cuando debía,
pero una oscura y siniestra aura de misterio siempre le rodeaba,
prefería estar solo antes que acompañado, prefería quedarse en la
sala común leyendo un libro antes que pasar el rato con amigos en
los terrenos de Hogwarts. Le estaban empezando a etiquetar de
"excentrico", pero Rinowell no creía que fuera así, y a
pesar del frío comportamiento que estaba teniendo con ella, pensaba
que tal vez había sido la única persona que habia conocido esa
faceta suya bondadosa que ocultaba.
No
habían vuelto a hablar desde aquel día, ya había pasado más de un
mes, y la necesidad de acercarse a él iba en aumento. No sabía que
hacer, y tampoco como llamar su atención, pero la joven Gryffindor
sabía que estába en deuda con él, y de alguna manera debía
agradecerselo. Así que una mañana decidió dar el paso, y sin ni si
quiera haber probado bocado de su desayuno, se levantó de su mesa y
se dirigió a la de Slytherin, donde Tom se encontraba sentado sin
nadie cercano a su alrededor.
Entonces
Tom apartó la mirada de su lectura por unos instantes y la miró con
indiferencia, como si tuviera prisa en escuchar lo que Rinowell
tuviera que decirle para poder continuar leyendo sin más
interrupción.
- Tom, creo que no te agradecí lo suficiente lo que hiciste por mi aquel día.
El
joven Slytherin volvió a meterse en su lectura, a Rinowell no le
gustó ese gesto, pero sin querer darle importancia, suspiró y
continuó con lo que tenía que decirle.
- Soy hija de muggles, mis padres hicieron todo lo posible para que pudiera asistir a Hogwarts, somos una familia muy pobre y humilde, y solo pudimos pagar libros y túnicas de segunda mano, somos de casas diferentes, soy una negada tanto para pociones como para realizar correctamente un hechizo... somos muy diferentes, pero aún así, tú me ayudaste ese día, no tengo nada con que obsequiarte, pero puedo ofrecerte mi amistad.
Un
incómodo momento de silencio se interpuso entre ellos, entonces Tom
suspiró, y sin apartar la mirada de su libro respondió.
- Lárgate.
No
podía creerselo, la joven Gryffindor estaba apunto de arrancar a
llorar, pero fue fuerte, se mordió el labio inferior e hizo lo
posible por contener las lágrimas, cerró los ojos y le dio la
espalda para salir del Gran Comedor, antes de acabar llamando
demasiado la atención.
- Espera. - Rinowell se detuvo al escucharle, entonces se giró y le miró nuevamente con sus empapados ojos. - no pienses que somos tan diferentes.
No
comprendió aquellas palabras, pero sentía como si Tom acabara de
confiarle algo que no le contaría a cualquiera.
Rinowell
abandonó el Gran Comedor, quedándose sentada en los escalones de
marmol que conducían al piso superior. Hacía lo posible por
contener sus lágrimas, mientras buscaba en su interior y se
preguntaba a sí misma porque le afectaba tanto no poder acercarse a
Tom, y entonces, alguien que pasaba por allí, se detuvo delante de
ella.
- Buenos días, ¿por qué no estás desayunando con los demás?
- ¡Pro.. profesor Dumbledore! - Rinowell se pasó la manga de la capa por su rostro para secarse las lágrimas que podían haberle caído.
- ¿Ocurre algo señorita Taylor? - le preguntó el profesor.
- N..no, no es nada profesor, discúlpeme, debo irme a clase.
La
joven Gryffindor se levantó de inmediato para irse escaleras arriba.
- Señorita Taylor. - al escuchar nuevamente la voz del profesor Dumbledore se detuvo, sin ni si quiera girarse para mirarle. - sea prudente, sepa elegir bien sus amistades.
Con
estas palabras, el profesor Dumbledore se marchó, dejando a Rinowell
en mitad de la escalera preguntándose que había querido decir,
¿saber elegir bien sus amistades? Ella no tenía muchos amigos, pero
sin embargo, había un chico al que quería acercarse, ¿habría
querido referirse a ello el profesor Dumbledore?
Subió
las escaleras camino de la primera clase del día, Historia de la
Magia. Aún era temprano, pues se había ido antes de hora del Gran
Comedor, y aún faltaban algunos minutos para empezar las clases.
Se
acercó a una de las ventanas del pasillo, y allí se quedó mirando
a través ella, perdida en sus pensamientos, sin lograr entender el
comportamiento de Tom, y entonces, le dio un vuelco el corazón, pues
algo divisó por la ventana, alguien se estaba adentrando en el
Bosque prohibido, miró hacia atrás antes de entrar, comprobando que
nadie le seguía, y entonces fue cuando la joven Gryffindor pudo ver
de quien se trataba.
- ¿Tom?... ¿a donde vas?...
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