Después del fanfic de Harry Potter, me he vuelto a poner manos a la obra con el thriller psicológico que estaba escribiendo, pero como quiero mantener con vida el blog, estoy pensando en seguir escribiendo algún que otro relato corto de fantasía épica como hacía antes (centrado como siempre en el mundo de Énoble), aunque también estoy barajando la opción de escribir algún relato corto de terror.
En cuanto a fanfics, estoy pensando que más adelante me gustaría escribir alguno más también, y de momento las ideas que más me atraen es escribir algo basado en Dragon Ball, o animes kodomos como Digimon y Pokemon.
En breves más novedades :)
lunes, 10 de septiembre de 2012
martes, 4 de septiembre de 2012
Harry Potter - Buscando el corazón de la serpiente - Capítulo 3
Tercer y último capítulo del fanfic de Harry Potter que estaba escribiendo basado en el primer año en Hogwarts de Tom Riddle, espero que os guste!
Harry
Potter
Buscando
el corazón de la serpiente
Capítulo
3
Al
pequeño Benny se le hizo trizas el corazón cuando Rinowell le puso
de escusa que no se encontraba muy bien, que prefería dejar lo del
trabajo para mañana.
Aquella
tarde de Noviembre estaba haciendo mucho frío, y después del día
que había pasado, la joven Gryffindor no tenía ganas de salir de la
sala común. Se encontraba sentada en un sillón junto a la chimena,
sujetando en sus manos el libro sobre unicornios que había tomado
prestado de la biblioteca, pasaba las páginas con desgana, sin
prestarle demasiada atención a su contenido.
Valor...
coraje... aquellas palabras resonaban en su interior, cualidades que
Tom había destacado de ella como Gryffindor. No estaba segura de
poseerlas, pero el cierto sentimiento que había despertado hacía el
Slytherin, le habían llevado a plantearse acciónes que nunca antes
había llevado a cabo, y desde su último encuentro con él esa misma
tarde, que la última de sus posibilidades le rondaba por la mente.
- La sangre de unicornio... - estaba decidida, cerró el libro y se levantó del sillón, saliendo de la sala común para subir a los dormitorios.
Pronto
anochecería, y no tenía tiempo que perder, fue una suerte no
encontrarse con nadie en el dormitorio, guardó el libro en su baúl,
y sacó su varita de él.
Asegurándose
de no dejarse ver mucho, bajó las escaleras y avanzó por los
pasillos de la escuela hasta abandonarla, saliendo a sus terrenos. El
aire era frío, y el Sol estaba ya practicamente oculto en el lago,
pero no iba a detenerse ante nada, y a pesar de que no había ya
practicamente nadie en los terrenos de Hogwarts debido al frío y a
que estaba anocheciendo, Rinowell bajó por la colina camino de su
objetivo.
Cómo
era de esperar, no había nadie en la entrada del Bosque Prohibido,
puesto a que los alumnos tenían totalmente prohibido acercarse a él,
y sacando de su interior el característico valor de un Gryffindor,
se adentró en el bosque.
Avanzaba
hacia lo desconocido, sujetaba su varita y apuntaba al frente con
ella, las hojas secas caídas de los árboles crujían a su paso bajo
sus pies, y la joven Gryffindor no dejaba de mirar a su alrededor,
permaneciendo bien atenta a cualquier acontecimiento que pudiera
ocurrir.
- ¡Lumos! - puesto a que la noche ya había caído sobre el Bosque Prohibido, Rinowell se vio obligada a realizar este encantamiento para iluminar débilmente la punta de su varita.
A
cada instante que pasaba, se complicaba más su paso, sentía el frio
viento en su rostro y en sus manos, los nervios estaban haciendo
presa de ella poco a poco, y el no saber lo que podía llegar a
encontrarse allí, no mejoraba mucho la situación.
La
noche era fría y silenciosa, sólo se escuchaba a los búhos ulular,
pero de pronto, a Rinowell le pareció ver algo entre los árboles,
algo que le hizo detenerse.
Yacía
bajo un robusto árbol, y no parecía que fuera a moverse. A medida
que Rinowell se acercaba con la punta de su varita iluminada, podía
ir distinguiendo mejor de que se trataba; era de un color blanco
plateado, y grande, como un caballo, se encontraba tumbado en el
suelo, con una gran herida en su vientre por la cual fluía una
líquido plateado, y fue entonces cuando la joven Gryffindor se dio
cuenta de que se trataba de la sustancia que tanto deseaba conseguir
Tom.
Era
la primera vez que veía uno con sus propios ojos, pero por
desgracia, le habían arrebatado la vida. El propósito parecía
estar bien claro, y no quería ni atreverse a pensar en el culpable,
pues parecía bastante evidente también.
Entonces
le pareció escuchar algo, alzó su mirada al frente apuntando con su
varita, viendo como una débil luz empezaba a asomarse entre los
árboles y arbustos. Dio un paso hacia atrás, cada vez aquella luz
se hacía más intensa, entonces empezó a escuchar unos pasos, y ya
no le cabía ninguna duda, no estaba sola en el bosque.
- ¿Tom?... - en el fondo lo sabía, sabía que no podía tratarse de nadie más.
El
joven Slytherin la miró, dedicándole una de sus típicas miradas de
superioridad.
- ¿Qué haces tú aqui? - le preguntó sin mostrar mucha preocupación.
- Yo... bueno... - Rinowell no encontraba las palabras oportunas.
Parecía
que Tom no quería darle mas importancia a la presencia de su
compañera, así que sacando del interior de su capa un frasco de
cristal vacio, se acercó al cuerpo del unicornio y empezó a
rellenarlo de su plateada sangre.
- Tom... tú... - Rinowell buscaba la mejor manera de formular la pregunta.
- Si, yo le maté.
Le
dio un vuelco el corazón, en el fondo sabía la respuesta, aquella
de la cual había estado tanto tiempo evadiendose, pero en su
interior, deseaba estar equivocada.
- Pe... pero... arrebatarle la vida a un unicornio... - empezó a tartamudear.
- Arrebatarle la vida a un unicornio para beber su sangre, conlleva a tener media vida maldita. - cerrando bien el frasco, Tom se levantó. -¿conocimiento? ¿poder? ¿inmortalidad? ¿Qué piensas que estoy buscando? No te equivoques conmigo, Gryffindor, esta sangre no es para mi.
Aquellas
palabras terminaron por dejar a Rinowell totalmente desconcertada.
- Hace dos semanas, aprovechando una tarde libre, salí a los terrenos de Hogwarts en busca de unos hongos para estudiarlos. - empezó a explicar Tom. - el cielo estaba despejado, así que saqué a mi lechuza para que pudiera estirar las alas un rato, pero... ¿cómo imaginarme que se alejaría tanto?
Rinowell
escuchaba con atención el relato de Tom, volvía a sentir aquella
sensación, la cual le hacía pensar que nuevamente le estaba
confiando algo importante.
- Mi lechuza sobrevolaba el Bosque Prohibido, hasta que acabó adentrándose en él. Sabía que no debía hacerlo, que tal vez debería haber pedido ayuda, pero no podía perder el tiempo, así que entré en el bosque en su busqueda, pero llegué demasiado tarde.
- ¿Qué ocurrió?... - preguntó Rinowell con temor.
- Mi lechuza había sido atacada, posiblemente por una acromántula, una especie de araña gigante con un potente veneno. La encontré en el suelo, ululando, sin poder alzar el vuelo, la cogí y salí del bosque de inmediato. No sabía que hacer, quería salvarle la vida, entonces nos mandaron aquel trabajo sobre unicornios, y descubrí que su sangre puede mantener con vida a cualquiera a pesar de maldecirle media vida, pero quise correr el riesgo, me adentré nuevamente en el Bosque Prohibido y maté a este unicornio. Durante todo este tiempo, he ido viniendo periodicamente en busca de su sangre, y mientras mantenía con vida a mi lechuza gracias a ella, podía seguir buscando la cura para el veneno.
- Pero, ¿por qué no se lo dijiste a ningún profesor? Te hubieran ayudado y proporcinado el antídoto, estoy segura. - le cortó Rinowell.
- Quería hacerlo yo mismo... demostrarme de lo que soy capaz... y ahora, estoy muy cerca de hallar el antídoto, mañana lo tendré listo, pero para ello, necesito esta última dosis de sangre de unicornio para mantenerla con vida esta noche.
Durante
el relato, a Rinowell le había parecido notar cómo el tono de voz
de su compañero se volvía melancólico, pero cuando le preguntó
porque no había pedido ayuda, su postura había vuelto a mostrar sus
habituales aires de grandeza.
Tom
parecía haber terminado con su relato, y no mucho más había que
hacer en el bosque, había llegado el momento de irse, pero entonces,
ambos alumnos miraron hacia arriba, cuando escucharon venir de la
copa de los árboles un extraño crujido.
- ¿Qué ha sido eso?... - preguntó Rinowell.
Pero
su duda no tardaría en ser resuelta, acompañada de numerosas hojas
y ramas rotas, una espeluznante acromántula acababa de caer de los
árboles abalánzandose sobre los dos alumnos. Era tan grande como
ellos, con largas patas peludas, y parecía haber identificado a los
dos niños como su cena de esta noche.
- ¡Atrás! - le exclamó Tom a Rinowell apuntando a la acromántula con su varita. - ¡Desmaius!
El
hechizo de Tom impactó contra la acromántula haciendola retroceder,
pero no fue lo suficientemente poderoso como para aturdirla, si no
para enfurecerla más.
- ¡¿Pero qué estás haciendo aún ahí parada?! ¡Corre! - le volvió a gritar Tom.
Pero
Rinowell no podía mover ni un sólo músculo, el miedo recorría
todo su cuerpo, y el temor que le trasmitía aquella criatura, le
había clavado los pies en el suelo. Entonces un escalofrío le
recorrió la espalda, y la araña le miró, con esos ojos negros como
la noche... los cuales parecían haberla reconodico como el primer
plato.
La
varita se deslizó por su mano hasta caer, y fue entonces cuando la
acromántula se abalanzó sobre ella, no pudo hacer nada, y Tom
tampoco para impedirlo. El desagradable y ensordecedor sonido
provocado por el aguijón al clavarse, parecía haber detenido el
tiempo dentro del Bosque Prohibido.
Rinowell
calló de rodillas al suelo, y al extraerle el aguijón, terminó de
desplomarse, entonces Tom apuntó nuevamente a la acromántula con su
varita, pero no sería él quien pronunciara el próximo hechizo.
- ¡Arania Exumai! - el hechizo venido de lo desconocido, impactó y deslumbró al aracnido, asustándole y haciendo que huyera perdiéndose en el bosque.
Entonces
Tom vio como el autor de aquel hechizo salió de entre los árboles,
aún llevando consigo la varita en alto.
- Profesor Dumbledore... - murmuró.
Ignoró
totalmente la presencia de Tom, desvió su mirada de inmediato hacia
Rinowell, la cual se encontraba inconsciente en el suelo, se acercó
a ella y comprobó en que estado se encontraba.
- Le ha clavado el aguijón muy profundamente, debemos ponernos de inmediato a preparar el antídoto, solo espero que lleguemos a tiempo. - dijo el profesor.
Tom
no decía palabra, pero su mente estaba empezando a ser invadida por
ideas y pensamientos que jamás imaginó.
- Profesor Dumbledore... creo... que yo puedo ayudarla.
Entonces
Dumbledore le miró, parecía ser el Tom de siempre, con su fría y
confiada mirada, su inexpresable rostro... pero aquella sugerencia no
parecía típica de él.
El
joven Slytherin se acercó, y agachándose para ponerse a la altura
de Rinowell, sacó del interior de su capa el frasco de sangre de
unicornio que había rellenado préviamente, sustancia la cual
Dumbledore reconoció de inmediato.
- ¡Tom! ¿Qué pretendes? - sujetandole la mano le detuvo.
- Mantenerla con vida, se muy bien el tiempo que se requiere para realizar un antídoto contra el veneno de acromántula, si no bebe la sangre de unicornio, morirá antes de que esté preparado, no pasará de esta noche. - le contestó Tom.
¿Era
bondad lo que vio en sus ojos? Fuera lo que fuera, no había tiempo
que perder.
- Está bien... - aún dudando, Dumbledore no tuvo más opción que ceder.
- Ha tenído mucha suerte. - dijo Tom mientras abría el frasco. - estas eran sus últimas gotas de sangre.
Inclinándole
ligeramente la cabeza hacia atrás, Tom le colocó el frasco en sus
labios y le dio de beber. No parecía tener un efecto inmediato, pero
aparentemente la respiración de Rinowell recuperaba poco a poco su
ritmo habitual, al igual que su rostro había alcanzado un tono de
piel más saludable.
Pero
no todo había acabado ya, y no podían permitirse perder más el
tiempo. El profesor Dumbledore alzó a Rinowell, y llevándola en sus
brazos, salió del Bosque Prohibido seguido de Tom, sin decirse ni
una sola palabra más el uno al otro.
La
noche aún no había llegado a su fin, y no iba a ser nada fácil
para la joven Gryffindor, pero en el fondo era fuerte, luchadora...
no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, solo luces y
voces en la lejanía era capaz de percibir, y después, todo se
sucumbía en la más profunda oscuridad...
Los
primeros copos de nieve del mes de Diciembre caían tímidamente
sobre los terrenos de la escuela, y en pocos días, Hogwarts ya
estaría preparada para unas blancas navidades, a pesar de que al
llegar estas fechas, la gran mayoría de sus alumnos regresaban con
sus respectivas familias, pero no sin antes celebrar el gran y
tradicional banquete de Navidad.
Pero
su comportamiento continuaba siendo el de siempre, prefería
mantenerse apartado de todos, permanecer en la soledad como de
costumbre, y a pesar de que toda la escuela se encontraba dentro
celebrando la Navidad, él estaba fuera, en lo alto de una blanca
colina, contemplando una roca clavada en la nieve que parecía estar
simbolizando algo, y entonces, alguien se le acercó.
- El banquete está a punto de empezar, ¿no te apetece pasar dentro con todos?
- Estoy bien aquí. - le contestó sin necesidad de darse la vuelta.
- Tom... te debo una disculpa. - el profesor Dumbledore suspiró.
- ¿Una disculpa? - preguntó el Slytherin sin dejar de mirar aquella roca.
- Si. - afirmó avanzando dos pasos hacia él. - cuando en el orfanato me revelaste tu habilidad para hablar con las serpientes, debo reconocer que me asusté bastante, tenía miedo, miedo de que tomaras el camino incorrecto, pues eres un alumno brillante, Tom, y al ver que te apartabas de todo el mundo para continuar expandiendo tus conocimientos, me temí lo peor.
Al
ver que el joven Slytherin no contestaba y continuaba dándole la
espalda, continuó con lo que tenía que decirle.
- Pero me equivoqué, has demostrado que a pesar de aparentar desprecio por todos y todo lo que te rodea, hay un gran corazón bajo los verdes atuentos que llevas de tu casa, mis más sinceras disculpas.
Pasaron
unos segundos en silencio, y Dumbledore esperaba que al menos el
pequeño Tom aceptara sus disculpas.
- ¿Cómo se encuentra? - le preguntó finalmente.
- Recuperándose poco a poco, en San Mungo. Fue una suerte que tuvieras practicamente el antídoto acabado, sólo te faltaba un ingrediente que por suerte teníamos en la clase de Pociones. - el profesor Dumbledore suspiró nuevamente. - pero a partir de ahora, su vida no correrá la misma suerte, y ya se está debatiendo entre el profesorado, si readmitirla en Hogwarts o no.
- Pensaba que Hogwarts no le cerraba las puertas a nadie. - le cortó secamente.
- Y así es, pero tanto a los padres de los alumnos como al Ministerio de Magia, no les haría mucha gracia saber que tenemos una alumna maldita en la escuela.
De
nuevo, un incómodo momento de silencio se interpuso entre ellos.
- ¿Por qué sospechabas de mi? - preguntó Tom finalmente.
- Sospechaba de ti desde el día en que te conocí, sabía que ibas a ser un alumno especial, y tus faltas de asistencia en clase empezaban a preocuparme, no tuve más remedio que vigilarte más de lo habitual. Entonces me di cuenta de algo, había una alumna de Gryffindor de primer año como tú, que venía a visitarte al finalizar tus clases, pero nunca se acercaba a ti, y parecía que de momento, se conformaba con mirarte desde la distancia.
Tom
continuaba dándole la espalda a su profesor mientras le escuchaba.
- Empecé a preocuparme por ella, no quería que le ocurriera nada siguiendo tus pasos, pero la situación se había vuelto muy curiosa, y ni si quiera Rinowell se había dado cuenta de que estaba en tu misma situación, y eso en parte, me resultó de mucha utilidad a la hora de mantenerte vigilado.
- ¿Misma situación? - preguntó Tom.
- Había una persona que estaba siguiendo sus pasos de la misma manera en la que ella seguía los tuyos, sin daros cuenta, se había formado una especie de "triángulo amoroso" entre tú, Rinowell y el tímido Benny Dankworth. Era la ocasión perfecta, pues sabía que Benny no le quitaría el ojo de encima a Rinowell, y le mandé que la tuviera bien vigilada.
La
respuesta de Dumbledore parecía haber hecho que Tom se decepcionara
de si mismo, sabía que Rinowell estaba siguiendo sus pasos, pero no
había sido capaz de darse cuenta de que había otra persona
observandole en cierta manera.
- Benny sabía que Rinowell había despertado cierto interés hacia ti, él me lo contaba todo, estaba preocupado, no quería que le ocurriera nada por acercarse demasiado a ti. Fue él quien me avisó aquella noche de que Rinowell había entrado al Bosque Prohibido, yo fuí en su ayuda, y os encontré a los dos.
Finalmente,
parecía que Dumbledore había acabado con su relato.
- Hiciste frente a dos alumnos de tu misma casa dos años mayor que tú para ayudar a Rinowell aquella tarde, le diste la sangre de unicornio para mantenerla con vida, e incluso ofreciste los ingredientes que ya tenías para realizar el antídoto para tu lechuza, sacrificando su vida para salvar la suya.
Al
finalizar Dumbledore con todo lo que tenía que decirle, finalmente
Tom le miró.
- Profesor. - dijo con su habitual tono elegante y de superioridad. - aquella tarde, mi intención no fue ayudar a Rinowell.
- ¿Cómo dices? - le preguntó Dumbledore algo desconcertado.
- Buscaba seguidores... alumnos como yo, al ver que pertenecían a mi misma casa y además siendo mayores que yo, pensé que serían apropiados para que se unieran a mi grupo... pero resultaron ser unos auténticos cobardes.
- ¿A tu grupo? ¿De que grupo hablas?... - volvió a preguntarle el profesor.
- En esta escuela hay muchos alumnos patéticos, y me gustaría formar un grupo con los estudiantes más brillantes y avanzados. - le contestó Tom.
El
profesor Dumbledore se había confiado demasiado, no le gustaba nada
la manera en la que se estaba encaminando la conversación, y las
sospechas que había tenido sobre el pequeño Slytherin durante todo
este tiempo, estaban volviendo a resurgirle.
- Pero Tom... tu salvaste la vida de Rinowell aquella noche...
- La tarde en que le ayudé, no mostré ningún tipo de interés por ella. - le cortó secamente a su profesor. - pero durante todo este tiempo, estuvo siguiendo mis pasos, mostrando interes por todas las acciones que yo llevaba a cabo, y en cierto modo, tenía que recompensar a la que fue mi primera seguidora, al fin y al cabo, puedo llegar a ser generoso con aquellos que me muestran lealtad, aunque no siempre mi recompensa es tan grata como se espera, pues la vida de la Gryffindor a sido maldecida.
Entonces
el profesor Dumbledore volvió a ver en Tom aquella siniestra aura
que percibió en él el día en que le conoció. Después de sus
aparentes buenas acciones, había cambiado el punto de vista que
tenía sobre él, pero ahora se encontraba como al principio, o mejor
dicho, peor que al principio.
El
joven Slytherin pasó por su lado sin decirle palabra, Dumbledore
permanecía inmovil, sus mayores temores sobre aquel muchacho habían
despertado de nuevo.
- Esa lechuza... - dijo Tom deteniéndose nuevamente. - en el fondo era estúpida, y ahora mírela, no será más que pasto de los gusanos, enterrada en esta misma colina, ¿sabe que? Creo que merezco una mascota mejor, una serpiente tal vez... si, creo que sería la más apropiada para mi.
Marchándose
quien sabe donde, dejó al profesor Dumbledore sólo en lo alto de la
blanca colina, pensando en que la vuelta a las clases después de las
navidades, todo sería muy diferente, y que a partir de ahora, iba a
tener que echarle dos ojos al misterioso alumno que Slytherin había
acogido ese mismo curso, porque quien iba a imaginar, que aquel
muchacho acabaría convirtiéndose en el mago tenebroso más grande y
temído de todos los tiempos.
miércoles, 29 de agosto de 2012
Harry Potter - Buscando el corazón de la serpiente - Capítulo 2
Segundo capítulo del fanfic de Harry Potter centrado en el primer año en Hogwarts de Tom Riddle, espero que os guste ^^ la semana que viene publicaré el tercer y último capítulo.
Harry
Potter
Buscando
el corazón de la serpiente
Capítulo
2
Sin
ninguna duda era él, Tom acababa de entrar al Bosque Prohibido,
estaba quebrantando una de las normas de la escuela, y además, no
parecía que hoy fuera a tener mucha intención de asistir a clase.
Sus
compañeros llegaron, y Rinowell entró en clase de Historia de la
Magia junto con ellos, pero ya sabía que muy atenta a la clase no
iba a poder estar, si Tom le parecía un chico misterioso, ahora se
lo parecía mucho más.
Tenía
una hora libre antes de la clase de Pociones, donde supuestamente
volvería a ver a Tom, en caso de que hubiera vuelto de su escapada
al bosque, claro. No sabía que hacer en esa hora, caminaba por el
pasillo pensando en todo aquello, sus compañeros pasaron por su
lado, dirigiéndose posiblemente a la sala común.
Pero
ella no pensaba hacer lo mismo, cuando el último de sus compañeros
giró la esquina del pasillo, dio media vuelta, dirigiéndose
nuevamente a la ventana por la que había visto a Tom, pero allí no
vio a nadie, había estado una hora dentro de clase, y no sabía si
Tom habría salido del bosque o si aún seguiría en él.
Tan absorta
estaba mirando por la ventana, que ni si quiera se percató de la
presencia de la persona que se le acercaba por detrás.
- Esto... ¡hola! - al escucharle, Rinowell se giró de inmediato con un sobresalto.
Se
trataba de Benny
Dankworth, un
compañero de clase. Era tan bajito como ella, de pelo corto castaño
y rizado, con unos tímidos ojos marrones que ocultaba tras sus
enormes gafas, sus dientes eran algo más grandes de lo normal, y la
verdad, no aparentaba ser un chico muy inteligente y muy seguro de si
mismo, de hecho, era el más patoso de la clase.
- ¡Menudo susto me has dado Benny! - exclamó Rinowell.
- ¡Perdona! ¡No pretendía asustarte! ¡Lo siento! - se disculpó Benny haciendo reverencias una y otra vez.
- Bueno... ¿Querías algo? - le preguntó Rinowell con la mano en el pecho.
- Ah... ¡Si! Verás... me preguntaba si tenías compañero para el trabajo sobre unicornios que nos han mandado en la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. - le dijo Benny muy nervioso y sin atreverse a mirarle a los ojos.
- Pues no, no tengo compañero. - le respondió.
- Te... ¿te gustaría hacer el trabajo conmigo? - tartamudeó al decirselo, y parecía que el pequeño Benny se había preparado con anterioridad con que palabras proponerselo.
Rinowell
suspiró, por unos instantes sintió lastima por Benny, y finalmente
aceptó.
- Está bien, quedamos en la sala común después de las clases de hoy para ir a la biblioteca a buscar información.
- ¿De verdad? ¡Gracias! ¡Me esforzaré mucho, de verdad! - y así, el tímido Benny se marchó dando saltos de alegría.
Pero
algo había empezado a inquietar a Rinowell, volvió a quedarse sola
junto a la ventana, pensando en que Benny había dicho algo que le
había hecho recordar, algo que había visto ese mismo día y no le
quiso dar importancia hasta el momento, entonces trató de recordar,
y no tardó mucho en encontrar lo que andaba buscando.
- Unicornios... esta mañana Tom leía un libro sobre unicornios...
Pensó
que tal vez Tom había empezado ya con su trabajo sobre estas
criaturas, pero había algo que le escamaba, había escuchado rumores
de que por muy difícil que fuera verlos, habían unicornios viviendo
en el Bosque Prohibido, y si había alguien en Hogwarts capaz de
adentrarse en él para comprobarlo, ese era Tom, ¿pensaba llegar tan
lejos por un trabajo de clase?
Estaba
segura de que Tom planeaba algo más, como compañera suya de clase,
sabía que el joven Slytherin ansiaba expandir sus conocimientos, y
tal vez no se conformaba con hacer el trabajo buscando solo
información en los libros, si no que tambíen querría estudiarlos
más de cerca.
Rinowell
no quiso perder más el tiempo, aprovechó la hora libre para ir a la
biblioteca, esperando averiguar porque Tom tenía tanto interés en
estas criaturas.
No
habían muchos estudiantes allí tan temprano, así que aprovechó la
tranquilidad y el silencio de la sala para buscar detenenidamente en
la sección de criaturas mágicas. Quedaban pocos libros que hablaran
sobre unicornios, pero finalmente, encontró un ejemplar que parecía
bastante completo.
Tomó
asiento junto a una ventana abierta, abrió el libro sobre la mesa y
empezó a curiosear. A medida que iba leyendo, más fascinantes le
iban pareciendo los unicornios, y Rinowell empezó a pensar que era
normal que Tom quisiera acercarse más a ellos, y viendo en las
fotografías del libro lo hermosos que podían llegar a ser, a la
joven Gryffindor también le despertó la curiosidad.
Quedaban
pocos minutos de la hora libre, así que se apresuró en su
investigación, pasó unas cuantas páginas hasta llegar a un
capítulo que hablaba sobre las cualidades y propiedades mágicas de
los unicornios, pensó que sería una parte interesante, justamente
la parte donde alguien como Tom se detendría para estudiarsela, así
que deteniendose en dichas páginas, empezó a leer detenidamente.
"Las
partes más utilizadas de un unicornio son
el pelo, el cuerno y la cola; todo ello puede ser utilizado como
ingredientes para pociones o en núcleos para varitas. Pero si estas
criaturas destacan por un elemento en particular, es sin duda por su
sangre. La sangre de unicornio es capaz de mantener con vida a una
persona que esté cerca de la muerte, pero ello conllevaría a tener
media vida maldita desde el momento en que la sangre toque los labios
de la persona, pues los unicornios son seres indefensos y puros, y
matar a uno de ellos para salvar la vida sería considerado como un
crimen."
Entonces
Rinowell dejó de leer, quiso apartar de su mente los pensamientos
que de pronto la invadieron, quería seguir pensando que Tom se había
adentrado en el Bosque Prohibido para hacer, como de costumbe, el
mejor trabajo de toda la clase, pero no pudo evitar acordarse de los
rumores que estaban corriendo sobre él y sobre lo excéntrico que
era, y no quiso imaginarse lo peor.
La
joven Gryffindor abandonó la biblioteca, no sin antes pedir prestado
el libro. Caminaba por los pasillos hacia la clase de Pociones,
buscando respuesta a las incognitas que rondaban por su cabeza, pero
confiaba en Tom, había podido conocer su lado bondadoso, y por mucho
que las malas lenguas hablaran sobre él, sabía que era incapaz de
llegar tan lejos.
Entonces
pasó a la segunda incognita, los alumnos de primer año de
Gryffindor y Slytherin ya estaban entrando en la clase de Pociones, y
al entrar en ella, Rinowell se preguntaba si él aparecería, pero la
duda fue resuelta en cuestón de segundos, pues Tom se encontraba
sentado en el mismo lugar de siempre, como si hubiera sido el primero
en llegar. No sabía si acercarse, esa misma mañana ya había sido
rechazada por él, y no esperaba encontrarselo ahora de mejor humor,
así que prefirió tomar asiento y echarle un ojo de vez en cuando.
Al
finalizar la clase, Tom salió de ella como si llevara prisa,
entonces Rinowell salió detrás suya, esperando averiguar donde iba
su compañero, ¿pensaba volver al Bosque Prohibido? Seguía sus
pasos en la distancia, subieron escaleras arriba para salir de las
mazmorras, donde se encontraba la clase de Pociones, pero cuando Tom
llegó al piso superior, Rinowell escuchó una voz que le saludó.
- Buenos días Tom.
Rinowell
la reconoció de inmediato, era la voz de Albus Dumbledore, el
profesor de Transformaciones. Entonces la joven Gryffindor se detuvo
en mitad de las escaleras, no sabía si quedarse allí, o si subir y
pasar por delante de ellos disimuladamente. El resto de compañeros
ya empezaba a subir por las escaleras tambíen, así que aprovechó
la ocasión para subir con ellos.
Al
llegar al piso superior, Rinowell avanzaba entre sus compañeros
observando con disimulo a Tom y al profesor Dumbledore, encontrandose
ambos frente a frente sin decirse palabra. Algo andaba mal, lo sabía,
así que al girar la esquina del pasillo, se desprendió del grupo
para quedarse allí, esperando poder escuchar a escondidas lo que el
profesor tenía que decirle.
- Hoy has faltado a mi clase, Tom, y la semana pasada también faltaste a otras dos asignaturas, ¿puedo saber a que es debido?
- Lo lamento profesor Dumbledore, últimamente me quedo estudiando y adelantando trabajos hasta bien tarde, y suelo quedarme dormido por las mañanas. - le contestó Tom en un tono educado.
- ¿Trabajos relacionados con unicornios tal vez?
La
pregunta del profesor Dumbledore produjo un incómodo momento de
silencio, entonces Rinowell se llevó la mano al pecho, se sentía
como si estuviera más cerca de la verdad, una realidad la cual había
hecho todo lo posible por apartarla de sus pensamientos, una realidad
la cual no estaría dispuesta a aceptar.
- Los unicornios son unas criaturas fascinantes, y con este trabajo estoy aprendiendo mucho sobre ellos. - le contestó Tom con el mismo tono de educación.
Entonces
el profesor Dumbledore le miró más fijamente que nunca, sabía que
Tom no le diría la verdad, y a pesar del pequeño temor que aquel
niño le había hecho brotar en su interior, conservó la calma en
todo momento.
- Está bien Tom... - pasó por su lado para marcharse, tocándole el hombro con la mano. - pero deberías mantenerte alejado del Bosque Prohibido.
A
pesar de que Dumbledore parecía estar al tanto de las escapadas de
Tom, el joven Slytherin no se inmutó en absoluto, ni si quiera su
rostro parecía mostrar asombro.
El
profesor de Transformaciones se marchó, y al ver que Tom se iría
por el pasillo en el que estaba escondida y al girar la esquina la
vería, Rinowell se apresuró a marcharse de allí en el máximo
silencio posible.
Caminaba
a paso ligero, salió del castillo y avanzaba por sus terrenos
dirigiendose a la próxima clase, Hervologia. Hacía todo lo posible
por mantener su mente despejada, pero no podía dejar de pensar en
Tom, y sus preocupaciones iban en aumento, sabía que acercarse
demasiado a la verdad podría hacerle daño, pero si no salía de
dudas, acabaría volviendose loca.
Bajaba
por una colina a través de sus escalones de piedra que la
conducirían a los invernaderos, donde se realizaba la clase de
Hervologia, pero muy lejos no llegaría, pues para su sorpresa, había
alguien en mitad de los escalones impidiéndole el paso, y ese
alguien, parecía estar esperándole.
Rinowell
parecía haber recibido un Petrificus Totalus, su inesperada
presencia le había dejado sin habla, y allí estaba él, delante
suyo, mirándole a los ojos sin parpadear, con su frío e
inexpresable rostro habitual.
- ¿Por qué tanto interes en seguir mis pasos? - le preguntó seriamente.
- Ah... yo... - la joven Gryffindor no encontraba las palabras oportunas.
- No estás en deuda conmigo, y mis asuntos son cosa mia, al igual que tampoco te interesaba lo que el profesor Dumbledore tenía que decirme.
Se
quedó desconcertada, sabía que había estado escuchando su
conversación con el profesor Dumbledore, ¿pero cómo? ¿acaso
sabría también que sospechaba de él? ¿que su investigación sobre
los unicornios iba más lejos que un simple trabajo de clase?
- El Sombrero Seleccionador no se equivocó contigo, Gryffindor.
- ¿Qué... qué quieres decir? - le preguntó Rinowell sin seguir muy bien lo que trataba de decirle.
- Que se necesita mucho valor y coraje para seguir mis pasos, cualidades que sólo un Gryffindor tendría, olvida todo lo que el profesor Dumbledore dijo, no te interesa lo que debo hacer en el Bosque Prohibido. - hablaba mientras subía los escalones acercándose a Rinowell, entonces pasó por su lado, sin detenerse ante ella, a la joven Gryffindor le costaba mantener el ritmo de su respiración debido a los nervios, pero cuando su compañero ya había pasado de largo, se giró hacia él para formularle la pregunta de la que tanto había querido apartarse. - ¿Por qué vas tras la sangre de unicornio?
La
pregunta de Rinowell no fue suficiente para hacer que Tom se
detuviera, continuó subiendo los escalones de piedra, mientras que
su compañera le miraba hasta que al llegar a la cima de la colina,
le perdió de vista.
Ya
llegaba tarde a clase de Hervologia, pero no le importaba lo más
mínimo, ahora estaba ya segura del todo, acababa de confirmar su
mayor temor, aquel el cual había intentado apartar de su mente
durante todo este tiempo; Tom ansiaba conseguir sangre de unicornio,
y para ello, parecía que incluso estaría dispuesto a quitarle la
vida a uno de ellos solo para conseguirla, ¿proposito? Ni si quiera
estaba segura de querer saberlo.
jueves, 23 de agosto de 2012
Harry Potter - Buscando el corazón de la serpiente - Capítulo 1
Tal y como ya dije, estaba escribiendo un fanfic basado en Harry Potter, pero decidí hacerlo un poco especial, así que lo centré en el primer año en Hogwarts de Tom Riddel, así que sin más entretenerme, aquí dejo el primer capítulo de tres :)
Harry
Potter
Buscando
el corazón de la serpiente
Capítulo
1
Una
de las cuatro mesas saltó con estruendosos aplausos, aquel niño
bajó del taburete dirigiendose a dicha mesa bajo la atenta mirada de
todos, en especial, de alguien que le observaba con mayor atención,
mientras intentaba disimular su preocupación bajo sus débiles
aplausos.
- ¿No es ese el muchacho que visitaste en el orfanato? - sin dejar de aplaudir, el director le susurró la pregunta al profesor que tenía sentado a su izquierda.
- Así es, director Dippet. - el profesor Dumbledore asintió con la cabeza, volviendo nuevamente a fijar su atenta mirada en aquel niño que ya tomaba asiento con los que serían sus nuevos compañeros.
Pero
parecía diferente a los demás, lo normal hubiera sido estar
contento y emocionado, dirigirte a conocer a los que iban a ser tus
compañeros con una gran sonrisa, pero sin embargo, tomó asiento sin
decir palabra a nadie.
La
ceremomia de selección de casas había finalizado, al igual que la
cena, y después del tradicional discurso de bienvenida del director,
Armando Dippet, todos los alumnos siguieron a sus prefectos camino de
los dormitorios, pues al día siguiente comenzaba un nuevo curso en
Hogwarts, escuela de magia y hechicería.
Pero,
no tardarían mucho tiempo los profesores en darse cuenta del alumno
tan talentoso que había asistido a la escuela este año, y pronto se
ganó la admiración de todos, al igual que también la de los
alumnos, en especial los de su casa, Slytherin.
Sin
embargo, él se lo tomaba con calma, y no parecía tenerselo creido
en absoluto, era educado, galante, pero a su vez solitario y
reservado, se limitaba en ir a clase y aprender, y rara vez se le
veía hablando con alguién.
Se
había ganado una gran admiración entre el profesorado, exceptuando
a uno de ellos, el profesor de Transformaciones Albus Dumbledore, el
cual le echaba un ojo siempre que tenía la oportunidad, pues su
primer encuentro con aquel niño cuando fue a conocerle al orfanato
muggle en el cual se había criado, no había sido del todo
agradable, y la información que el propio niño le reveló sobre él
mismo, le había dejado preocupado.
Una
tarde, después de la clase de Encantamientos, el muchacho se dirigía
a la sala común de su casa. Caminaba a solas como de costumbre,
cuando se encontró con algo en el pasillo que interrumpió su paso.
- ¡No entiendo como tu apestosa casa puede aceptar a gusanos como tú!
- ¡Sois la escoria de la sociedad mágica!
Se
quedó contemplando la escena, dos chicos de su misma casa, pero de
tercer curso, tenían acorralado a alguien contra la pared y parecían
estar atormentándole.
- Buenas tardes, ¿que hacéis?
Al
escuchar su voz, los dos muchachos de Slytherin se giraron asustados,
pero al ver que se trataba de alguien de su misma casa, volvieron a
relajarse.
- Menudo susto nos has dado, creíamos que eras un profesor. - dijo uno de ellos.
- Sí, pero mira que bien nos has venido, los de primer curso deberían aprender desde su primer año en Hogwarts como tratamos aquí a los "sangre sucia" – el segundo de ellos señaló a la persona que tenían acorralada contra la pared, la cual cubría su rostro con sus manos y las anchas mangas de su capa.
- Marchaos. - dijo el niño de primer curso.
- ¿Cómo dices? - ambos alumnos se quedaron desconcertados.
- Qué os marchéis, eso he dicho.
- ¿Qué nos marchemos? ¡Es un sangre sucia! ¡Gente así merece un castigo!
Entonces
el chico de primer curso sacó su varita con decisión, apuntando con
ella a los dos muchachos mayores que él.
- ¡¿Pero que crees que estás haciendo?! ¡Qué somos de tu misma casa! - exclamó uno de ellos dando un paso hacia atrás.
- Oye espera... ¿no es este el alumno nuevo del que todos hablan? El niño prodigio o algo así le llamaban... - dijo el otro chico algo preocupado.
Ambos
le miraron nuevamente, y mientras la expresión del rosto del
muchacho no había cambiado lo más minimo en ningún momento, los
dos alumnos de tercer curso empezaron a sentir temor al ver que
hablaba muy en serio y que no parecía tener intención de echarse
atrás.
- Esto no quedará así. - se retiraron a regañadientes, y el niño prodigio ya se había ganado sus enemistades.
Guardó
su varita y se quedó mirando a la persona de la cual habían estado
abusando.
- Ya se han ido. - dijo.
Aún
podía escucharse el débil llanto de sus últimas lágrimas, su
respiración iba recuperando su ritmo habitual, y poco a poco fue
retirando las manos de su rostro.
- Gra... gracias... - un hilo de voz salió de su garganta.
Tenía
el rostro humedecido de tanto llorar, se pasó su ancha manga por la
cara para secarsela, y entonces pudo verle más claramente, su piel
era blanca y bonita, sus ojos tenían una tonalidad azul muy clara, y
su largo cabello castaño estaba enmarañado después de su encuentro
con los dos alumnos de Slytherin.
- No es la primera vez que esos chicos mayores se meten conmigo. - parecía que se encontraba ya un poco más calmada, se tratata de una alumna de Gryffindor de primer curso. Su ropa le venía grande, las mangas de su capa eran anchísimas, y tenía más de un descosido en ella. - me llamo Rinowell Taylor, tú eres ese chico de quien todos hablan, ¿verdad? ¿cómo te llamabas?...
- Deberías ir con más cuidado, hasta la próxima. - y dando media vuelta, el chico de Slytherin se despidió.
- ¡Oye espera! ¿Es que ya te vas? - le intentó detener Rinowell. - acabo de recordar tu nombre, te llamas Tom, Tom Riddle.
Tom
no se detuvo, ignoraba los comentarios de aquella niña y continuaba
caminando por el pasillo hacia su sala común, situada en las
mazmorras.
Pero
aquí no acabaría todo, Tom ni si quiera pensó más en ello,
simplemente se había limitado a espantar a aquellos alumnos de
tercer curso sin importar que fueran de su misma casa, como si
hubiera querido demostrar de lo que es capaz, ni si quiera volvió a
pensar más en aquella alumna de Gryffindor, pero sin embargo,
Rinowell si lo hizo.
En
algunas asignaturas, los alumnos de Gryffindor y Slytherin comparían
el mismo aula, por lo tanto, Rinowell podía ver nuevamente a Tom en
las clases de Pociones. Era extraño, a pesar de ser un niño
prodigio y de no dejar de destacar en clase, nunca se había fijado
en él, ni si quiera se acordaba de su nombre en el momento en el que
le ayudó, pero desde aquel día, la situación había cambiado.
Él
era brillante y con talento, y ella tenía una pésima habilidad para
preparar pociones, sumado a las distracciones que ahora tenía al
pasarse parte de la clase mirándole, ni si quiera acertaba a la hora
de preparar los ingredientes.
Se
había convertido en una rutina, cada mañana bajaba bien temprano al
Gran Comedor para intentar llegar antes que él, y siempre que tenía
la oportunidad, Rinowell aprovechaba para esperarle al finalizar
alguna de sus clases, pero nunca le decía nada, tenía suficiente
con verle desde la distancia, siempre tan misterioso... tan
solitario... aunque fuera sólo por unos instantes le gustaba verle,
y tenía la esperanza de que algún día, fuera Tom el que la viera y
se acercara a ella.
Y
así fue todos los días, no estaba segura de porqué lo hacía, pero
había brotado en su interior una sensación y unas ganas tremendas
de querer acercarse a él, acababa de descubrir un nuevo sentimiento
totalmente desconocido para ella, del cual no estaba aún segura de
su significado.
Pero,
muchos rumores habían empezado a correr sobre Tom, era cierto que
era una eminencia, que además era educado y cortés cuando debía,
pero una oscura y siniestra aura de misterio siempre le rodeaba,
prefería estar solo antes que acompañado, prefería quedarse en la
sala común leyendo un libro antes que pasar el rato con amigos en
los terrenos de Hogwarts. Le estaban empezando a etiquetar de
"excentrico", pero Rinowell no creía que fuera así, y a
pesar del frío comportamiento que estaba teniendo con ella, pensaba
que tal vez había sido la única persona que habia conocido esa
faceta suya bondadosa que ocultaba.
No
habían vuelto a hablar desde aquel día, ya había pasado más de un
mes, y la necesidad de acercarse a él iba en aumento. No sabía que
hacer, y tampoco como llamar su atención, pero la joven Gryffindor
sabía que estába en deuda con él, y de alguna manera debía
agradecerselo. Así que una mañana decidió dar el paso, y sin ni si
quiera haber probado bocado de su desayuno, se levantó de su mesa y
se dirigió a la de Slytherin, donde Tom se encontraba sentado sin
nadie cercano a su alrededor.
Entonces
Tom apartó la mirada de su lectura por unos instantes y la miró con
indiferencia, como si tuviera prisa en escuchar lo que Rinowell
tuviera que decirle para poder continuar leyendo sin más
interrupción.
- Tom, creo que no te agradecí lo suficiente lo que hiciste por mi aquel día.
El
joven Slytherin volvió a meterse en su lectura, a Rinowell no le
gustó ese gesto, pero sin querer darle importancia, suspiró y
continuó con lo que tenía que decirle.
- Soy hija de muggles, mis padres hicieron todo lo posible para que pudiera asistir a Hogwarts, somos una familia muy pobre y humilde, y solo pudimos pagar libros y túnicas de segunda mano, somos de casas diferentes, soy una negada tanto para pociones como para realizar correctamente un hechizo... somos muy diferentes, pero aún así, tú me ayudaste ese día, no tengo nada con que obsequiarte, pero puedo ofrecerte mi amistad.
Un
incómodo momento de silencio se interpuso entre ellos, entonces Tom
suspiró, y sin apartar la mirada de su libro respondió.
- Lárgate.
No
podía creerselo, la joven Gryffindor estaba apunto de arrancar a
llorar, pero fue fuerte, se mordió el labio inferior e hizo lo
posible por contener las lágrimas, cerró los ojos y le dio la
espalda para salir del Gran Comedor, antes de acabar llamando
demasiado la atención.
- Espera. - Rinowell se detuvo al escucharle, entonces se giró y le miró nuevamente con sus empapados ojos. - no pienses que somos tan diferentes.
No
comprendió aquellas palabras, pero sentía como si Tom acabara de
confiarle algo que no le contaría a cualquiera.
Rinowell
abandonó el Gran Comedor, quedándose sentada en los escalones de
marmol que conducían al piso superior. Hacía lo posible por
contener sus lágrimas, mientras buscaba en su interior y se
preguntaba a sí misma porque le afectaba tanto no poder acercarse a
Tom, y entonces, alguien que pasaba por allí, se detuvo delante de
ella.
- Buenos días, ¿por qué no estás desayunando con los demás?
- ¡Pro.. profesor Dumbledore! - Rinowell se pasó la manga de la capa por su rostro para secarse las lágrimas que podían haberle caído.
- ¿Ocurre algo señorita Taylor? - le preguntó el profesor.
- N..no, no es nada profesor, discúlpeme, debo irme a clase.
La
joven Gryffindor se levantó de inmediato para irse escaleras arriba.
- Señorita Taylor. - al escuchar nuevamente la voz del profesor Dumbledore se detuvo, sin ni si quiera girarse para mirarle. - sea prudente, sepa elegir bien sus amistades.
Con
estas palabras, el profesor Dumbledore se marchó, dejando a Rinowell
en mitad de la escalera preguntándose que había querido decir,
¿saber elegir bien sus amistades? Ella no tenía muchos amigos, pero
sin embargo, había un chico al que quería acercarse, ¿habría
querido referirse a ello el profesor Dumbledore?
Subió
las escaleras camino de la primera clase del día, Historia de la
Magia. Aún era temprano, pues se había ido antes de hora del Gran
Comedor, y aún faltaban algunos minutos para empezar las clases.
Se
acercó a una de las ventanas del pasillo, y allí se quedó mirando
a través ella, perdida en sus pensamientos, sin lograr entender el
comportamiento de Tom, y entonces, le dio un vuelco el corazón, pues
algo divisó por la ventana, alguien se estaba adentrando en el
Bosque prohibido, miró hacia atrás antes de entrar, comprobando que
nadie le seguía, y entonces fue cuando la joven Gryffindor pudo ver
de quien se trataba.
- ¿Tom?... ¿a donde vas?...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)