Después del fanfic de Harry Potter, me he vuelto a poner manos a la obra con el thriller psicológico que estaba escribiendo, pero como quiero mantener con vida el blog, estoy pensando en seguir escribiendo algún que otro relato corto de fantasía épica como hacía antes (centrado como siempre en el mundo de Énoble), aunque también estoy barajando la opción de escribir algún relato corto de terror.
En cuanto a fanfics, estoy pensando que más adelante me gustaría escribir alguno más también, y de momento las ideas que más me atraen es escribir algo basado en Dragon Ball, o animes kodomos como Digimon y Pokemon.
En breves más novedades :)
lunes, 10 de septiembre de 2012
martes, 4 de septiembre de 2012
Harry Potter - Buscando el corazón de la serpiente - Capítulo 3
Tercer y último capítulo del fanfic de Harry Potter que estaba escribiendo basado en el primer año en Hogwarts de Tom Riddle, espero que os guste!
Harry
Potter
Buscando
el corazón de la serpiente
Capítulo
3
Al
pequeño Benny se le hizo trizas el corazón cuando Rinowell le puso
de escusa que no se encontraba muy bien, que prefería dejar lo del
trabajo para mañana.
Aquella
tarde de Noviembre estaba haciendo mucho frío, y después del día
que había pasado, la joven Gryffindor no tenía ganas de salir de la
sala común. Se encontraba sentada en un sillón junto a la chimena,
sujetando en sus manos el libro sobre unicornios que había tomado
prestado de la biblioteca, pasaba las páginas con desgana, sin
prestarle demasiada atención a su contenido.
Valor...
coraje... aquellas palabras resonaban en su interior, cualidades que
Tom había destacado de ella como Gryffindor. No estaba segura de
poseerlas, pero el cierto sentimiento que había despertado hacía el
Slytherin, le habían llevado a plantearse acciónes que nunca antes
había llevado a cabo, y desde su último encuentro con él esa misma
tarde, que la última de sus posibilidades le rondaba por la mente.
- La sangre de unicornio... - estaba decidida, cerró el libro y se levantó del sillón, saliendo de la sala común para subir a los dormitorios.
Pronto
anochecería, y no tenía tiempo que perder, fue una suerte no
encontrarse con nadie en el dormitorio, guardó el libro en su baúl,
y sacó su varita de él.
Asegurándose
de no dejarse ver mucho, bajó las escaleras y avanzó por los
pasillos de la escuela hasta abandonarla, saliendo a sus terrenos. El
aire era frío, y el Sol estaba ya practicamente oculto en el lago,
pero no iba a detenerse ante nada, y a pesar de que no había ya
practicamente nadie en los terrenos de Hogwarts debido al frío y a
que estaba anocheciendo, Rinowell bajó por la colina camino de su
objetivo.
Cómo
era de esperar, no había nadie en la entrada del Bosque Prohibido,
puesto a que los alumnos tenían totalmente prohibido acercarse a él,
y sacando de su interior el característico valor de un Gryffindor,
se adentró en el bosque.
Avanzaba
hacia lo desconocido, sujetaba su varita y apuntaba al frente con
ella, las hojas secas caídas de los árboles crujían a su paso bajo
sus pies, y la joven Gryffindor no dejaba de mirar a su alrededor,
permaneciendo bien atenta a cualquier acontecimiento que pudiera
ocurrir.
- ¡Lumos! - puesto a que la noche ya había caído sobre el Bosque Prohibido, Rinowell se vio obligada a realizar este encantamiento para iluminar débilmente la punta de su varita.
A
cada instante que pasaba, se complicaba más su paso, sentía el frio
viento en su rostro y en sus manos, los nervios estaban haciendo
presa de ella poco a poco, y el no saber lo que podía llegar a
encontrarse allí, no mejoraba mucho la situación.
La
noche era fría y silenciosa, sólo se escuchaba a los búhos ulular,
pero de pronto, a Rinowell le pareció ver algo entre los árboles,
algo que le hizo detenerse.
Yacía
bajo un robusto árbol, y no parecía que fuera a moverse. A medida
que Rinowell se acercaba con la punta de su varita iluminada, podía
ir distinguiendo mejor de que se trataba; era de un color blanco
plateado, y grande, como un caballo, se encontraba tumbado en el
suelo, con una gran herida en su vientre por la cual fluía una
líquido plateado, y fue entonces cuando la joven Gryffindor se dio
cuenta de que se trataba de la sustancia que tanto deseaba conseguir
Tom.
Era
la primera vez que veía uno con sus propios ojos, pero por
desgracia, le habían arrebatado la vida. El propósito parecía
estar bien claro, y no quería ni atreverse a pensar en el culpable,
pues parecía bastante evidente también.
Entonces
le pareció escuchar algo, alzó su mirada al frente apuntando con su
varita, viendo como una débil luz empezaba a asomarse entre los
árboles y arbustos. Dio un paso hacia atrás, cada vez aquella luz
se hacía más intensa, entonces empezó a escuchar unos pasos, y ya
no le cabía ninguna duda, no estaba sola en el bosque.
- ¿Tom?... - en el fondo lo sabía, sabía que no podía tratarse de nadie más.
El
joven Slytherin la miró, dedicándole una de sus típicas miradas de
superioridad.
- ¿Qué haces tú aqui? - le preguntó sin mostrar mucha preocupación.
- Yo... bueno... - Rinowell no encontraba las palabras oportunas.
Parecía
que Tom no quería darle mas importancia a la presencia de su
compañera, así que sacando del interior de su capa un frasco de
cristal vacio, se acercó al cuerpo del unicornio y empezó a
rellenarlo de su plateada sangre.
- Tom... tú... - Rinowell buscaba la mejor manera de formular la pregunta.
- Si, yo le maté.
Le
dio un vuelco el corazón, en el fondo sabía la respuesta, aquella
de la cual había estado tanto tiempo evadiendose, pero en su
interior, deseaba estar equivocada.
- Pe... pero... arrebatarle la vida a un unicornio... - empezó a tartamudear.
- Arrebatarle la vida a un unicornio para beber su sangre, conlleva a tener media vida maldita. - cerrando bien el frasco, Tom se levantó. -¿conocimiento? ¿poder? ¿inmortalidad? ¿Qué piensas que estoy buscando? No te equivoques conmigo, Gryffindor, esta sangre no es para mi.
Aquellas
palabras terminaron por dejar a Rinowell totalmente desconcertada.
- Hace dos semanas, aprovechando una tarde libre, salí a los terrenos de Hogwarts en busca de unos hongos para estudiarlos. - empezó a explicar Tom. - el cielo estaba despejado, así que saqué a mi lechuza para que pudiera estirar las alas un rato, pero... ¿cómo imaginarme que se alejaría tanto?
Rinowell
escuchaba con atención el relato de Tom, volvía a sentir aquella
sensación, la cual le hacía pensar que nuevamente le estaba
confiando algo importante.
- Mi lechuza sobrevolaba el Bosque Prohibido, hasta que acabó adentrándose en él. Sabía que no debía hacerlo, que tal vez debería haber pedido ayuda, pero no podía perder el tiempo, así que entré en el bosque en su busqueda, pero llegué demasiado tarde.
- ¿Qué ocurrió?... - preguntó Rinowell con temor.
- Mi lechuza había sido atacada, posiblemente por una acromántula, una especie de araña gigante con un potente veneno. La encontré en el suelo, ululando, sin poder alzar el vuelo, la cogí y salí del bosque de inmediato. No sabía que hacer, quería salvarle la vida, entonces nos mandaron aquel trabajo sobre unicornios, y descubrí que su sangre puede mantener con vida a cualquiera a pesar de maldecirle media vida, pero quise correr el riesgo, me adentré nuevamente en el Bosque Prohibido y maté a este unicornio. Durante todo este tiempo, he ido viniendo periodicamente en busca de su sangre, y mientras mantenía con vida a mi lechuza gracias a ella, podía seguir buscando la cura para el veneno.
- Pero, ¿por qué no se lo dijiste a ningún profesor? Te hubieran ayudado y proporcinado el antídoto, estoy segura. - le cortó Rinowell.
- Quería hacerlo yo mismo... demostrarme de lo que soy capaz... y ahora, estoy muy cerca de hallar el antídoto, mañana lo tendré listo, pero para ello, necesito esta última dosis de sangre de unicornio para mantenerla con vida esta noche.
Durante
el relato, a Rinowell le había parecido notar cómo el tono de voz
de su compañero se volvía melancólico, pero cuando le preguntó
porque no había pedido ayuda, su postura había vuelto a mostrar sus
habituales aires de grandeza.
Tom
parecía haber terminado con su relato, y no mucho más había que
hacer en el bosque, había llegado el momento de irse, pero entonces,
ambos alumnos miraron hacia arriba, cuando escucharon venir de la
copa de los árboles un extraño crujido.
- ¿Qué ha sido eso?... - preguntó Rinowell.
Pero
su duda no tardaría en ser resuelta, acompañada de numerosas hojas
y ramas rotas, una espeluznante acromántula acababa de caer de los
árboles abalánzandose sobre los dos alumnos. Era tan grande como
ellos, con largas patas peludas, y parecía haber identificado a los
dos niños como su cena de esta noche.
- ¡Atrás! - le exclamó Tom a Rinowell apuntando a la acromántula con su varita. - ¡Desmaius!
El
hechizo de Tom impactó contra la acromántula haciendola retroceder,
pero no fue lo suficientemente poderoso como para aturdirla, si no
para enfurecerla más.
- ¡¿Pero qué estás haciendo aún ahí parada?! ¡Corre! - le volvió a gritar Tom.
Pero
Rinowell no podía mover ni un sólo músculo, el miedo recorría
todo su cuerpo, y el temor que le trasmitía aquella criatura, le
había clavado los pies en el suelo. Entonces un escalofrío le
recorrió la espalda, y la araña le miró, con esos ojos negros como
la noche... los cuales parecían haberla reconodico como el primer
plato.
La
varita se deslizó por su mano hasta caer, y fue entonces cuando la
acromántula se abalanzó sobre ella, no pudo hacer nada, y Tom
tampoco para impedirlo. El desagradable y ensordecedor sonido
provocado por el aguijón al clavarse, parecía haber detenido el
tiempo dentro del Bosque Prohibido.
Rinowell
calló de rodillas al suelo, y al extraerle el aguijón, terminó de
desplomarse, entonces Tom apuntó nuevamente a la acromántula con su
varita, pero no sería él quien pronunciara el próximo hechizo.
- ¡Arania Exumai! - el hechizo venido de lo desconocido, impactó y deslumbró al aracnido, asustándole y haciendo que huyera perdiéndose en el bosque.
Entonces
Tom vio como el autor de aquel hechizo salió de entre los árboles,
aún llevando consigo la varita en alto.
- Profesor Dumbledore... - murmuró.
Ignoró
totalmente la presencia de Tom, desvió su mirada de inmediato hacia
Rinowell, la cual se encontraba inconsciente en el suelo, se acercó
a ella y comprobó en que estado se encontraba.
- Le ha clavado el aguijón muy profundamente, debemos ponernos de inmediato a preparar el antídoto, solo espero que lleguemos a tiempo. - dijo el profesor.
Tom
no decía palabra, pero su mente estaba empezando a ser invadida por
ideas y pensamientos que jamás imaginó.
- Profesor Dumbledore... creo... que yo puedo ayudarla.
Entonces
Dumbledore le miró, parecía ser el Tom de siempre, con su fría y
confiada mirada, su inexpresable rostro... pero aquella sugerencia no
parecía típica de él.
El
joven Slytherin se acercó, y agachándose para ponerse a la altura
de Rinowell, sacó del interior de su capa el frasco de sangre de
unicornio que había rellenado préviamente, sustancia la cual
Dumbledore reconoció de inmediato.
- ¡Tom! ¿Qué pretendes? - sujetandole la mano le detuvo.
- Mantenerla con vida, se muy bien el tiempo que se requiere para realizar un antídoto contra el veneno de acromántula, si no bebe la sangre de unicornio, morirá antes de que esté preparado, no pasará de esta noche. - le contestó Tom.
¿Era
bondad lo que vio en sus ojos? Fuera lo que fuera, no había tiempo
que perder.
- Está bien... - aún dudando, Dumbledore no tuvo más opción que ceder.
- Ha tenído mucha suerte. - dijo Tom mientras abría el frasco. - estas eran sus últimas gotas de sangre.
Inclinándole
ligeramente la cabeza hacia atrás, Tom le colocó el frasco en sus
labios y le dio de beber. No parecía tener un efecto inmediato, pero
aparentemente la respiración de Rinowell recuperaba poco a poco su
ritmo habitual, al igual que su rostro había alcanzado un tono de
piel más saludable.
Pero
no todo había acabado ya, y no podían permitirse perder más el
tiempo. El profesor Dumbledore alzó a Rinowell, y llevándola en sus
brazos, salió del Bosque Prohibido seguido de Tom, sin decirse ni
una sola palabra más el uno al otro.
La
noche aún no había llegado a su fin, y no iba a ser nada fácil
para la joven Gryffindor, pero en el fondo era fuerte, luchadora...
no era consciente de lo que ocurría a su alrededor, solo luces y
voces en la lejanía era capaz de percibir, y después, todo se
sucumbía en la más profunda oscuridad...
Los
primeros copos de nieve del mes de Diciembre caían tímidamente
sobre los terrenos de la escuela, y en pocos días, Hogwarts ya
estaría preparada para unas blancas navidades, a pesar de que al
llegar estas fechas, la gran mayoría de sus alumnos regresaban con
sus respectivas familias, pero no sin antes celebrar el gran y
tradicional banquete de Navidad.
Pero
su comportamiento continuaba siendo el de siempre, prefería
mantenerse apartado de todos, permanecer en la soledad como de
costumbre, y a pesar de que toda la escuela se encontraba dentro
celebrando la Navidad, él estaba fuera, en lo alto de una blanca
colina, contemplando una roca clavada en la nieve que parecía estar
simbolizando algo, y entonces, alguien se le acercó.
- El banquete está a punto de empezar, ¿no te apetece pasar dentro con todos?
- Estoy bien aquí. - le contestó sin necesidad de darse la vuelta.
- Tom... te debo una disculpa. - el profesor Dumbledore suspiró.
- ¿Una disculpa? - preguntó el Slytherin sin dejar de mirar aquella roca.
- Si. - afirmó avanzando dos pasos hacia él. - cuando en el orfanato me revelaste tu habilidad para hablar con las serpientes, debo reconocer que me asusté bastante, tenía miedo, miedo de que tomaras el camino incorrecto, pues eres un alumno brillante, Tom, y al ver que te apartabas de todo el mundo para continuar expandiendo tus conocimientos, me temí lo peor.
Al
ver que el joven Slytherin no contestaba y continuaba dándole la
espalda, continuó con lo que tenía que decirle.
- Pero me equivoqué, has demostrado que a pesar de aparentar desprecio por todos y todo lo que te rodea, hay un gran corazón bajo los verdes atuentos que llevas de tu casa, mis más sinceras disculpas.
Pasaron
unos segundos en silencio, y Dumbledore esperaba que al menos el
pequeño Tom aceptara sus disculpas.
- ¿Cómo se encuentra? - le preguntó finalmente.
- Recuperándose poco a poco, en San Mungo. Fue una suerte que tuvieras practicamente el antídoto acabado, sólo te faltaba un ingrediente que por suerte teníamos en la clase de Pociones. - el profesor Dumbledore suspiró nuevamente. - pero a partir de ahora, su vida no correrá la misma suerte, y ya se está debatiendo entre el profesorado, si readmitirla en Hogwarts o no.
- Pensaba que Hogwarts no le cerraba las puertas a nadie. - le cortó secamente.
- Y así es, pero tanto a los padres de los alumnos como al Ministerio de Magia, no les haría mucha gracia saber que tenemos una alumna maldita en la escuela.
De
nuevo, un incómodo momento de silencio se interpuso entre ellos.
- ¿Por qué sospechabas de mi? - preguntó Tom finalmente.
- Sospechaba de ti desde el día en que te conocí, sabía que ibas a ser un alumno especial, y tus faltas de asistencia en clase empezaban a preocuparme, no tuve más remedio que vigilarte más de lo habitual. Entonces me di cuenta de algo, había una alumna de Gryffindor de primer año como tú, que venía a visitarte al finalizar tus clases, pero nunca se acercaba a ti, y parecía que de momento, se conformaba con mirarte desde la distancia.
Tom
continuaba dándole la espalda a su profesor mientras le escuchaba.
- Empecé a preocuparme por ella, no quería que le ocurriera nada siguiendo tus pasos, pero la situación se había vuelto muy curiosa, y ni si quiera Rinowell se había dado cuenta de que estaba en tu misma situación, y eso en parte, me resultó de mucha utilidad a la hora de mantenerte vigilado.
- ¿Misma situación? - preguntó Tom.
- Había una persona que estaba siguiendo sus pasos de la misma manera en la que ella seguía los tuyos, sin daros cuenta, se había formado una especie de "triángulo amoroso" entre tú, Rinowell y el tímido Benny Dankworth. Era la ocasión perfecta, pues sabía que Benny no le quitaría el ojo de encima a Rinowell, y le mandé que la tuviera bien vigilada.
La
respuesta de Dumbledore parecía haber hecho que Tom se decepcionara
de si mismo, sabía que Rinowell estaba siguiendo sus pasos, pero no
había sido capaz de darse cuenta de que había otra persona
observandole en cierta manera.
- Benny sabía que Rinowell había despertado cierto interés hacia ti, él me lo contaba todo, estaba preocupado, no quería que le ocurriera nada por acercarse demasiado a ti. Fue él quien me avisó aquella noche de que Rinowell había entrado al Bosque Prohibido, yo fuí en su ayuda, y os encontré a los dos.
Finalmente,
parecía que Dumbledore había acabado con su relato.
- Hiciste frente a dos alumnos de tu misma casa dos años mayor que tú para ayudar a Rinowell aquella tarde, le diste la sangre de unicornio para mantenerla con vida, e incluso ofreciste los ingredientes que ya tenías para realizar el antídoto para tu lechuza, sacrificando su vida para salvar la suya.
Al
finalizar Dumbledore con todo lo que tenía que decirle, finalmente
Tom le miró.
- Profesor. - dijo con su habitual tono elegante y de superioridad. - aquella tarde, mi intención no fue ayudar a Rinowell.
- ¿Cómo dices? - le preguntó Dumbledore algo desconcertado.
- Buscaba seguidores... alumnos como yo, al ver que pertenecían a mi misma casa y además siendo mayores que yo, pensé que serían apropiados para que se unieran a mi grupo... pero resultaron ser unos auténticos cobardes.
- ¿A tu grupo? ¿De que grupo hablas?... - volvió a preguntarle el profesor.
- En esta escuela hay muchos alumnos patéticos, y me gustaría formar un grupo con los estudiantes más brillantes y avanzados. - le contestó Tom.
El
profesor Dumbledore se había confiado demasiado, no le gustaba nada
la manera en la que se estaba encaminando la conversación, y las
sospechas que había tenido sobre el pequeño Slytherin durante todo
este tiempo, estaban volviendo a resurgirle.
- Pero Tom... tu salvaste la vida de Rinowell aquella noche...
- La tarde en que le ayudé, no mostré ningún tipo de interés por ella. - le cortó secamente a su profesor. - pero durante todo este tiempo, estuvo siguiendo mis pasos, mostrando interes por todas las acciones que yo llevaba a cabo, y en cierto modo, tenía que recompensar a la que fue mi primera seguidora, al fin y al cabo, puedo llegar a ser generoso con aquellos que me muestran lealtad, aunque no siempre mi recompensa es tan grata como se espera, pues la vida de la Gryffindor a sido maldecida.
Entonces
el profesor Dumbledore volvió a ver en Tom aquella siniestra aura
que percibió en él el día en que le conoció. Después de sus
aparentes buenas acciones, había cambiado el punto de vista que
tenía sobre él, pero ahora se encontraba como al principio, o mejor
dicho, peor que al principio.
El
joven Slytherin pasó por su lado sin decirle palabra, Dumbledore
permanecía inmovil, sus mayores temores sobre aquel muchacho habían
despertado de nuevo.
- Esa lechuza... - dijo Tom deteniéndose nuevamente. - en el fondo era estúpida, y ahora mírela, no será más que pasto de los gusanos, enterrada en esta misma colina, ¿sabe que? Creo que merezco una mascota mejor, una serpiente tal vez... si, creo que sería la más apropiada para mi.
Marchándose
quien sabe donde, dejó al profesor Dumbledore sólo en lo alto de la
blanca colina, pensando en que la vuelta a las clases después de las
navidades, todo sería muy diferente, y que a partir de ahora, iba a
tener que echarle dos ojos al misterioso alumno que Slytherin había
acogido ese mismo curso, porque quien iba a imaginar, que aquel
muchacho acabaría convirtiéndose en el mago tenebroso más grande y
temído de todos los tiempos.
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